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La partería tradicional se abre paso en México entre reconocimiento y el control

Parteras profesionales, tradicionales y autónomas coinciden que la Nueva Norma Oficial que busca fortalecer la atención materna y neonatal limita el ejercicio de su actividad.
dom 17 agosto 2025 11:59 PM
La partería tradicional se abre paso en México con reconocimiento y el control de las autoridades
La evidencia científica y las recomendaciones internacionales enfatizan la necesidad de incorporar intervenciones no médicas durante el trabajo de parto y el parto, orientadas a favorecer la Atención Centrada en la Persona.

Gabriela Sánchez, de 39 años y madre de dos niños, es una de las miles de mujeres en el país que reconoce los beneficios de la partería, una actividad tradicional en México que busca ser regulada por las autoridades sanitarias.

Ella deseaba tener un parto en casa y a través de esta práctica tuvo a su segundo hijo de esta manera. Destaca que su decisión facilitó su recuperación y le permitió compartir un momento único: que su hijo mayor estuviera presente en el nacimiento de su hermano, algo que en un hospital no hubiera sido posible.

Al ser una actividad recurrente en el país, sobre todo en comunidades rurales, se propuso integrar la partería al sistema de salud en México a través de una norma oficial que ha generado incertidumbre entre parteras tradicionales, profesionales y autónomas.

Si bien reconocen que se valora por primera vez su labor en la atención materna y neonatal, alertan que la obligatoriedad de incorporarse al sistema limita su autonomía y puede afectar el derecho de las mujeres a decidir cómo y dónde parir. Además señalan que existen pendientes en esta regulación, como el hecho de que los certificados de nacimiento que emiten no son reconocidos.

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De acuerdo con la Secretaría de Salud, la Norma Oficial Mexicana NOM-020-SSA3-2023 –publicada en marzo de 2025– busca integrar la partería al sistema nacional para reducir la mortalidad materna y neonatal, así como establecer lineamientos para la atención segura y coordinada con hospitales.

Entre sus puntos positivos, según autoridades federales, está el reconocimiento formal de la actividad como parte del primer nivel de atención y la posibilidad de que las parteras expidan certificados de nacimiento, aunque parteras denuncian que no es así.

Practicantes de la partería señalan que las autoridades en registros civiles no aceptan aún los certificados que ellas expiden, lo que las obliga a contar con el respaldo de un médico que certifique que ellas acompañaron el parto; y que en casos en los que las mujeres tiene que acudir a hospitales debido a complicaciones en el parto, se enfrentan al rechazo del personal médico para brindarles atención.

Parteras entrevistadas por Expansión Política destacan que haya reconocimiento de su actividad, pero cuestionan que no se les tomó en cuenta en la elaboración de la norma y no se incluyan sus peticiones.

Carla Castañeda, cofundadora del centro de salud sexual y reproductiva Yolocihuacalli, mujer indígena amuzga, originaria de Jalisco, afirma que el proceso de creación de la norma fue “profundamente arbitrario” y que muchas invitaciones a mesas de diálogo fueron sólo para “cumplir el requisito” sin integrar las propuestas del gremio.

“Se nos quiere encasillar en una sola caja regulatoria, eso es violencia y atenta contra nuestros derechos humanos”, advierte.

Entre los pendientes, señalan la falta de diferenciación entre partería tradicional, autónoma y profesional; la imposición de requisitos y certificaciones sin considerar las realidades comunitarias; la ausencia de rutas claras de traslado y comunicación con hospitales en casos de emergencia; y la limitación del acceso a certificados de nacimiento para parteras no registradas.

Por ello sostienen que con la nueva NOM, la discriminación hacia su trabajo sigue vigente y se juzga tanto su labor como a las mujeres que deciden atenderse con ellas.

Hannah Borboleta, directora del centro de atención integral a la salud sexual y reproductiva Morada Violeta, en la Ciudad de México, asegura que la norma es “una continuidad de políticas públicas que han buscado restringir la partería desde hace casi 200 años”, disfrazada de preocupación por la seguridad de mujeres y recién nacidos.

“Restringe las opciones para las mujeres, hace que las parteras no podamos ejercer con libertad desde nuestro modelo de atención”, señala en entrevista.

Queremos leyes y políticas que nos reconozcan, no que nos regulen para adaptarnos a un sistema que históricamente ha violentado los derechos de las mujeres.
Hannah Borboleta, directora del centro de atención integral a la salud sexual y reproductiva Morada Violeta.

Vacíos en la regulación

El próximo 1 de septiembre entrará en vigor esta norma que regula los establecimientos de salud públicos, privados y sociales que brindan atención materna y neonatal, y contempla la creación de casas de partería y unidades de parto de bajo riesgo, espacios que deberán contar con profesionales de la salud, garantizar atención integral y permitir el acompañamiento de la partera tradicional de confianza de la persona gestante.

partería
La norma, publicada en el Diario Oficial de la Federación, reconoce oficialmente a la partería profesional dentro del Sistema Nacional de Salud.

No obstante, empezará con algunos vacíos. Mar Valdez, partera profesional y cofundadora de Somos Tribu, colectivo que ofrece estos servicios en la CDMX a domicilio, advierte que la NOM prioriza a la partería profesional y deja fuera a las parteras autónomas y tradicionales, rompiendo el trabajo de cohesión entre los diferentes modelos que se había logrado en años recientes.

“Si se va a regular la partería, hay que conocer primero qué tipos existen en México y cuáles son sus necesidades”, dice.

En el país, la partería es ejercida por parteras tradicionales, autónomas y profesionales. Las parteras tradicionales son mujeres con saberes transmitidos de generación en generación y que atienden a mujeres embarazadas principalmente en comunidades rurales e indígenas.

En tanto que las parteras profesionales cuentan con formación académica en enfermería y obstetricia, o en medicina, y que combinan su conocimientos con un enfoque humanizado del nacimiento. Mientras que las parteras autónomas, son mujeres capacitadas y que obtuvieron sus conocimientos ya sea en cursos o mediante otras parteras, y que ofrecen su acompañamiento y atención fuera del sistema de salud.

Valdez expresa su descontento debido a que en la NOM tampoco contempla la atención de partos en casa, donde las parteras como ella, ejercen su trabajo, por lo que dice, se han quedado sin tener el respaldo de las autoridades.

“Fue una sorpresa porque el parto en casa tuvo un boom desde la pandemia y el que no se considerara para esta norma pues sí fue muy sorpresivo pues es un espacio válido de trabajo y una opción de nacimiento que buscan muchas mujeres y que se dejó de lado totalmente”, apunta.

Ese fue precisamente el caso de Gabriela, quien por miedo a una cesárea y a la anestesia la llevó a buscar a una ginecóloga-partera que priorizara los partos vaginales. Ella tuvo a su primer hijo en un hospital y años después, con esa misma partera, el apoyo de una neonatóloga y de una doula —profesional que la acompañó durante el embarazo y el parto, brindándole contención emocional— pudo hacer realidad su segundo parto en casa, sin que existieran mayores complicaciones.

Ella señala que esta experiencia la mantuvo alejada de cesáreas innecesarias y de la violencia obstétrica. Según el Inegi, entre 2016 y 2021, 7.8 millones de mujeres de entre 15 y 49 años que tuvieron un parto o cesárea en hospitales públicos o privados reportaron haber vivido algún tipo de violencia.

Entre los beneficios de la partería se plantea la rápida recuperación física después del parto, debido a que no se utilizan procedimientos invasivos que pueden alterar su salud física y mental, y la alternativa más económica, satisfactoria y segura para las mujeres y sus familias, con modelos humanizados y respetados en los primeros niveles de atención y al alcance de las poblaciones más vulnerables.

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De la tradición al reconocimiento

La partería en México tiene raíces prehispánicas, periodo en que las parteras llegaron a gozar de gran prestigio dentro de los pueblos indígenas, pues su práctica se relacionaba con cuestiones religiosas vinculadas a la fertilidad.

Con el proceso de la conquista, la partería se occidentalizó y se prohibieron algunas prácticas y conocimientos de la antigua medicina mexica, lo que provocó que las parteras indígenas perdieran su prestigio debido a que en la religión católica el parto se consideraba como un estado sucio o de enfermedad, según un relato de 1626 de la partera Ana Morada .

parteria tradicional
En México, la partería es una práctica ancestral con un profundo valor cultural y social, especialmente en comunidades indígenas y rurales.

Actualmente la práctica es vista por especialistas en salud como un modelo que brinda atención con calidad y calidez durante el embarazo, parto y puerperio.

En países como Alemania, las parteras cuentan con título universitario y reconocimiento legal, pero enfrentan barreras económicas como el costo elevado de seguros obligatorios de responsabilidad civil, lo que limita la práctica independiente.

En Noruega, Dinamarca y Suecia, en cambio, la partería es pilar de las políticas de salud pública. El modelo apuesta por la atención personalizada, el respeto a los tiempos fisiológicos y la integración plena de las parteras en el sistema, con alto impacto en la reducción de intervenciones innecesarias y en el fortalecimiento del vínculo madre-bebé.

En México, no existe una cifra exacta de cuántas personas se dedican a la partería, sin embargo el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) estima que hay alrededor de 21,597 parteras, de las cuales 6,527 están adscritas al IMSS-Bienestar y el resto son autónomas y tradicionales.

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Las parteras entrevistadas por Expansión Política coincidieron en que imponer un único modelo de atención al parto no es una solución para optimizar los servicios de salud de las mujeres, por lo que lanzaron un llamado a reconocer la diversidad de saberes y contextos que tienen las mujeres parteras.

“Nuestro objetivo es el bienestar de las mujeres y disminuir la mortalidad materna en conjunto”, apuntó la integrante ANPMI.

Castañeda resaltó que si se permite libremente, sin enjuiciamiento y con convicción que las mujeres embarazadas de bajo riesgo puedan ser atendidas en otros espacios y no solo en hospitales y centros de salud, representaría significativamente una baja a la carga de saturación al sistema de salud, pues los hospitales pueden dedicarse únicamente a atender casos que requieran intervenciones necesarias.

“La misma Organización Mundial de la Salud dice que solamente entre el 10 y 15% de la población total, tendrían que tener intervenciones por lo tanto es entre el 85 y 90% que no debería tener intervención en México, no se está respetando esa norma, sin embargo, si nos quiere normar a nosotras”, dice.

Somos quienes sembramos semilla humana, en plenitud y gozo, para moldear el futuro.
Carla Castañeda, cofundadora del centro de salud sexual y reproductiva Yolocihuacalli.

Para Hannah Borboleta, es urgente “una interlocución y un reconocimiento real de la partería… no en papel… sino un interés real de cómo trabajamos nosotras”.

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