La Organización Panamericana de la Salud emitió un documento con lineamientos para prevenir el COVID-19 en cárceles denominado “Preparación, prevención y control de COVID-19 en prisiones y otros lugares de detención”, en el que advierte que las personas privadas de la libertad sonmás vulnerable al brote del coronavirus que la población general debido a las condiciones de confinamiento en las que viven juntos, por periodos prolongados de tiempo.
En el documento se recomienda el frecuente lavado de manos, distanciamiento físico, uso de cubrebocas, colocar dispensadores de jabón líquido, limpieza y desinfección de espacios, reducir el número de visitantes, entre otras; en resumen un documento con medidas que es eso: un documento.
En los primeros meses de la pandemia, en México, se tomaron medidas dentro de algunos reclusorios de país, como visitas escalonadas, uso de cubrebocas, instalación de filtros con sanitizantes y permitir el ingreso de gel, pero en algunos como en el Oriente de la Ciudad de México se prohibió éste último. De acuerdo con internos de ese centro, las autoridades lo prohibieron luego de que un interno lo ingeriera y presuntamente le causara la muerte.
“El gobierno federal llegó tarde. Entregó a los estados a finales de abril de 2020 el manual de cómo atender el COVID en las cárceles, cuando ya llevábamos más de un mes con el “quédate en casa”, explica Saskia Niño de Rivera.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reportó que en 2020, durante la pandemia recibió 1,038 quejas relacionadas de personas privadas de la libertad, de las que el 51% estuvieron relacionadas con el derecho a la salud. Esta cifra es superior en 717% respecto a las recibidas en 127 recibidas en 2019.