A la fecha Abraham, un médico de consultorio privado de una instalación farmacéutica ubicada en el Valle de Toluca, en el Estado de México, no sabe si ha tenido COVID-19, pues no se ha realizado alguna prueba, pese haber atendido aproximadamente a 250 pacientes con esta enfermedad, de los cuales cinco, le han avisado, han fallecido.
Para él, los riesgos de su actividad son latentes, pues este tipo de espacios (los consultorios de farmacias) se han convertido en la primera opción de atención para miles de mexicanos ante los primeros síntomas de gripe, dolores o tos, y que hoy son señales de sospecha de la presencia del virus SARS-CoV-2.
Como miles de profesionales de la salud, del sector público y privado, Abraham no ha recibido alguna de las más de 16 millones de vacunas que han llegado al país, porque para el gobierno federal él no está considerado personal de la llamada "primera línea".
“Me siento en riesgo. El 70% de los pacientes (que atiendo) sabía que estaba contagiado, el resto lo ignoraba o lo negaba, y pues es una falta grave que no hayan pensado en médicos particulares para la aplicación de la vacuna”, comenta.