El 5 de julio fue el día con el que tanto soñaba el señor Clemente Rodríguez, pero no sucedió en la forma que tanto anhelaba. A su casa en Tixtla, Guerrero llegaron Alejandro Encinas, Mercedes Doretti y Omar Gómez Trejo para informarle sobre el paradero de su hijo Christian, desaparecido la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala junto a otros 42 estudiantes normalistas. Esa era la noticia más esperada de los últimos casi seis años, pero, aunque él quería escuchar que fue encontrado con vida, de la boca de los expertos salió: las piezas óseas halladas en la Barranca de la Carnicería en el Ejido de Cocula y enviadas a Innsbruck pertenecen a una extremidad inferior de su hijo.
“Yo no he visto cuerpo, ustedes me están presentando un resto óseo del pie derecho. Si a una persona le cortan un pie, vive. Mientras ustedes no me muestren todos los restos, mi lucha no parará”, fueron las palabras que don Clemente les dijo al presidente y al fiscal para el caso Ayotzinapa y a Equipo Argentino de Antropología Forense.