La tensión siguió. Al poco tiempo Nicolás Sarkozy anunció que una multimillonaria inversión que haría la empresa de helicópteros Eurocopter, entre cuyos accionistas estaba el gobierno francés, ya no se haría en México, sino en Brasil. Pocas horas después del anuncio me hablaba el propio director de la empresa para decirme, apenado, que se arrepentía de lo que había dicho su Presidente; que las decisiones de Eurocopter se tomaban con un criterio de negocios, no en función de intereses políticos del Presidente francés, y que, aunque el gobierno tenía una importante presencia accionaria, las decisiones se seguirían tomando en Eurocopter según lo que más convenía a la empresa. Que comprendiera que por prudencia él no podía contradecir públicamente al Presidente, pero que por supuesto me aseguraba que la inversión se haría en México, porque era el país más competitivo para hacerla, y así fue.
Sarkozy anunció al mismo tiempo que haría una visita de Estado a Brasil, según él su gran aliado en América Latina. Y en efecto, con bombo y platillo se anunció que él y su esposa habían pasado unas maravillosas vacaciones de Navidad en las costas brasileñas, tras lo cual anunciaría inversiones francesas multimillonarias en dicho país. Tiempo después, tendría lugar otra cumbre de jefes de Estado en América Latina. Al finalizar ésta, estábamos en el almuerzo que se suele ofrecer a los mandatarios fuera ya de agenda. En una mesa redonda estábamos: a mi derecha Lula, hacia su derecha Hugo Chávez, a mi izquierda el Presidente Torrijos de Panamá —con quien llevé una excelente relación—, más a su izquierda Zelaya de Honduras y otros mandatarios más. Mientras comíamos, Lula y Chávez no dejaban de conversar, casi a gritos, pavoneándose de sus hazañas: Chávez hablaba de que había comprado un millón de fusiles para armar “al pueblo venezolano” en la defensa de su soberanía. Imagino que muchos de esos fusiles son los que ahora se disparan cobardemente en contra del pueblo venezolano por parte de las brigadas rojas bolivarianas. Lula a su vez se ufanaba de su “nuevo amigo”, el Presidente Sarkozy, que había estado en Brasil y había pasado unas “extraordinarias” vacaciones de fin de año con Carla Bruni, su esposa.
La conversación fue subiendo de tono, literal y figurativamente. Luego, por supuesto, mencionó el tema de Eurocopter: “Mi amigo Sarkozy —decía Lula— me ofreció que Eurocopter invirtiera miles de millones de euros en Brasil, y yo le dije que el primer cliente sería el gobierno brasileño, porque el Ejército brasileño le compraría 60 helicópteros para hacer la mayor fuerza aérea de América Latina”. Yo sólo comía, escuchando, como inevitablemente teníamos que hacerlo todos los comensales, la charla del par, que estaban, como decimos en México, “como niños chiquitos”. Y Chávez, que no se quería quedar atrás, le dijo que ¡claro! Y que Venezuela compraría otros tantos para el Ejército Bolivariano... y de repente suelta: “¡Y juntos, Brasil y Venezuela, vamos a invadir México! Ja, ja, ja, ja”. Ambos soltaron una estruendosa carcajada, tras la cual se hizo un silencio en la mesa. Sentí como las miradas pesaban sobre mí. Yo seguí comiendo unos segundos, pero no resistí: dejé pausadamente mis cubiertos en el plato, levanté la vista hacia ellos, y les dije en voz clara y fuerte: “¡Y juntos, o por separado, nos la pelan a los mexicanos!” Volví a mi plato y seguí comiendo. Hubo alguna voz de estupor, luego silencio, hasta que Torrijos atinó a romperlo con algún comentario respecto de los acuerdos de la cumbre. Terminó el almuerzo, nos despedimos, seguí varios minutos pensando si me habían entendido lo que había dicho. “Por supuesto que te entendieron”, me dijo con una sonrisa alguno de los Presidentes amigos.