La estimación está basada entre los decesos que no salieron positivos a COVID, es decir, las personas “fallecidas que dieron negativo”.
“Es un ejercicio limitado a estadísticas oficiales, pensado en lo que dicen los médicos, es decir, la propia información combinada con supuestos razonables por sensibilidad, te va a arrojar un número mayor de muertes por COVID”, asegura.
De acuerdo con los datos de la Secretaría de Salud, la tasa de mortalidad en los que han dado positivo es entre 9 y 10%, mientras que entre los que dan negativo es de más o menos 2%. De ese porcentaje negativo, tomando en cuenta que la sensibilidad de las pruebas es de entre 70 y 80%, podría haber muchos más muertos.
Peña detalla que con las pruebas tienes cuatro grupos de personas:
-Los falsos negativos
-Los verdaderos positivos (que son los que se confirman)
-Los falsos positivos (que en realidad son casos excepcionales)
-Los verdaderos negativos, en razón de la especificidad, que no hay tanto problema, porque en la mayoría de las pruebas es alta, de casi el 100%.
Por eso, insiste el experto, el tema es con la sensibilidad, pues hay casos donde dio negativo, pero en realidad era positivo.
“Entre los que llegan al hospital, unos los pones en la (cuenta) de positivos y a otros en los de negativo, lo que pasa es que cuando cuentas muertes totales, estás dejando unas que son muertes por COVID, pero como no dieron positivo en el test las estás poniendo en otra cuenta”, explica.