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El COVID puso en cuarentena a una familia de siete personas, dos son enfermeras

Sara y su hermana trabajan en el Hospital General Regional 200 del IMSS, en Tecámac; además de ellas, sus padres y sus hijos se contagiaron de COVID-19.
vie 08 mayo 2020 12:37 PM
Hospital Tecámac
Sara y su hermana trabajan en el Hospital General Regional de Tecámac del IMSS.

“No sé si me contagié allá o acá con mi hermana”, dice Sara (nombre ficticio), quien trabaja en el Hospital General Regional 200 de IMSS, en Tecámac, Estado de México. Ella empezó a sentir síntomas de COVID-19 en los primeros días de abril, luego de que el jefe de su hermana –también enfermera–, saliera positivo.

En los siguientes días, su mamá, su papá, su hija, sus sobrinos, se contagiaron con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. En total, siete integrantes de la familia se enfermaron. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud, hay al menos 1,934 profesionales de la salud con COVID-19, quienes, como en el caso de la familia de Sara, pueden infectar a sus seres queridos. Ese es uno de los riesgos que corre el personal médico ante la epidemia.

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Una familia en cuarentena

La casa de Sara está contigua a la de su hermana y a la de su mamá, por lo que solían compartir la mesa cada vez que podían. Después de que la primera de las hermanas comenzó con tos y gripa y su jefe dio positivo, le dijeron que ya no se presentara. Sara siguió trabajando y a la semana ya se sentía mal de la garganta, tenía fiebre, dolor articular, pero continuó con sus actividades laborales.

De un día y al otro día la fiebre aumentó a más de 40 grados. El 9 de abril, la revisaron en el área COVID del hospital donde trabaja y le preguntaron si había tenido contacto con pacientes contagiados, además de su hermana, varios de sus compañeros habían enfermado. Así que ella ya no supo si fue en el hospital o en casa, por su hermana, donde contrajo el virus.

Después de eso, la mandaron de incapacidad por 14 días, y los demás miembros de la familia comenzaron con los síntomas. Primero la mamá, luego el papá, sus hijas, a la de 11 años le dio fiebre y la de 14 no presentó síntomas.

“Me hicieron la prueba, me fui de incapacidad, y estuvimos aquí encerradas. Me mandaron paracetamol cada 8 horas. La fiebre te dura como los nueve días que empiezas con los síntomas, al principio no te da hambre, y vas perdiendo el sentido del gusto y el olfato, al quinto día lo pierdes completamente”, cuenta.

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La enfermera explica que cuando todos estaban encerrados, una vecina les llevaba el mandado, y ya cuando poco a poco los integrantes de la familia se iban sintiendo mejor, salían a hacer las compras. Pero ya no comían en la misma mesa ni convivían, como antes.

Desde que nos enfermamos, nos aislamos, sabíamos cómo tratarnos, nos habíamos contagiado en las tres casas, ya no comíamos en la misma mesa, casi no salíamos.

Ante este tipo de riesgos que corre el personal médico, algunos hoteles se han puesto a sus servicios para evitar que propaguen la enfermedad a sus familiares o a las personas con las que habitan.

Incluso, la exresidencia oficial de Los Pinos, fue habilitada en los últimos días para que doctores, enfermeras y otros profesionales de la salud, puedan descansar sin poner en riesgo a sus seres queridos.

“Antes de que me enfermara, tomé mis medidas de protección, lavaba a parte mi ropa de protección, todos los protocolos, y aún así nos contagiamos, finalmente como uno trabaja en el aérea no tienes opción”, señala.

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‘Hasta aquí llegué’

Sara señala que bajó de peso, alrededor de ocho kilos, por los malestares. Que durante nueve días no sentía hambre, tenía fiebre y muchos malestares. Anímicamente, también se sentía muy mal.

“De tanto que te sientes mal, dices ‘a lo mejor hasta aquí llegue’. Te lastima el sistema nervioso central, te da depresión, no quieres ni comer. Te dan asco las cosas: la comida, el agua. No quieres ingerir agua, pero lo tienes que hacer, te obligas a hacerlo, no porque quieras”, señala.

Para la enfermera, que vivió la epidemia de 2009, AHN1N1, los malestares son muy fuertes, y pasados los días de aislamiento, todavía hay secuelas de la enfermedad, como debilitamiento en el cuerpo y dolores.

En el hospital, más de una decena de profesionales de la salud ha resultado contagiada, pero cuando terminan su incapacidad regresan a trabajar. A Sara no la han mandado con pacientes COVID, porque aún se siente cansada, mientras su compañera es quien le cuenta cómo las personas enfermas se ven bien y, de un momento a otro, dejan de respirar, y cómo algunos familiares les escriben cartas a sus pacientes que ellos a veces les leen.

“Es feo lo que se está viviendo adentro, pero como personal médico tienes que trabajar y a eso vas, luego te ganan los sentimientos, y luego nos dicen que no tenemos corazón, que no somos humanos”, afirma.

La situación del personal en el hospital

El HGR 200 se ha ido adaptando a las necesidades, primero tenían espacio como para 60 personas, y se han abierto otros pisos, para 80 y para 70 pacientes, más o menos, para responder a la parte más crítica de la epidemia.

“Ahorita que va a ser el pico y que gente más lo va a necesitar, por ejemplo a mi amiga de seis pacientes que trataba, ayer le tocaron 10, ya está aumentando la hospitalización”, advierte Sara.

Entre el 6 y el 10 de mayo se prevé que haya un aumento de los servicios hospitalarios y de pacientes de gravedad en al menos cinco cinco zonas del país . Entre ellas, el Valle de México, a la que pertenece Tecámac. El municipio cuenta actualmente con 129 casos acumulados y 11 defunciones por COVID-19. Además, se han recuperado 74 personas.

Sara señala que, en general, han recibido los insumos y el equipo para atender la epidemia. No obstante, considera que hacen falta más medidas de protección para todo el personal, puesto que los entran al área COVID son a los que les dan las mascarillas N95, los googles, pero a ellos, solo un cubrebocas, y muchas veces no saben si están atendiendo a contagiados, porque no les dicen o no saben.

Ella por ejemplo, ha comprado cubrebocas. Una caja con 50 piezas, le cuesta alrededor de 1,200 pesos, cuando cobra poco más de 3,000 pesos a la quincena. Explica que a los que están entrando a COVID, les dan el bono de 20% que les prometieron , pero a los que se van de incapacidad enfermos, como ella, incluso, les descuentan.

Reconoce que los familiares de los pacientes, han comprendido, dentro de lo que cabe, la situación, y no han agredido al personal, como ha ocurrido en otros lugares. Además, comenta, que desde antes que se fuera de incapacidad a su casa, elementos de la Guardia Nacional ya resguardaban el hospital para proteger al personal.

Al haber vivido en carne propia la enfermedad y las consecuencias de ello, como que la familia se contagie, se lamenta que haya mucha gente que no cree y sigue haciendo fiestas y reuniones.

Al respecto, solo dice que “la pandemia es real” y pide a la gente que se cuide y no salga de sus casas, ya que el COVID-19 es muy contagioso y, a diferencia de la epidemia de hace once años u otras enfermedades, no hay tratamiento ni cura.

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