Navarro advierte de que las distintas expresiones de violencia golpean a toda la población mexicana, pero en especial a las mujeres. Por ello, urge a escucharlas e incluirlas realmente en espacios de toma de decisión, así como a que la ciudadanía haga una autocrítica, reconozca actitudes dañinas que aún sobreviven —algo que cataloga como “cultura priista”— y, con base en esto, busque cambios sociales.
La novela arranca con una mujer que perdió a su hijo y transmite ansiedad o sofoco. ¿En qué te inspiraste para transmitir esa sensación?
Creo que lo he tomado de todas las mujeres que estamos viviendo de manera sistemática la violación de nuestros derechos en este país. Creo que todas, en algún momento, hemos sentido desesperación, desolación, vacío de no saber qué hacer con nuestra vida por las circunstancias sociales, políticas y económicas. Entonces, la apuesta era tomar a una mujer que está sufriendo algo muy fuerte como detonante, pero, a la vez, hacer que estos sentimientos que ella tiene se universalicen en el sentido de que todas podamos sentirnos identificadas, porque así nos hemos sentido en algún momento. Hay tanta violencia y tantas cosas que pasan al mismo tiempo que creo que en algún momento todas nos hemos sentido así, con una ausencia muy fuerte, y por eso el querer generar empatía en este tipo de situaciones.
¿Por qué elegir la maternidad como tema para tu primera novela, además, a una madre que vive una experiencia traumática?
A la mayoría de las personas nos mueven temas. A mí el tema de las mujeres siendo madres en México, con todas las circunstancias que eso implica, es una cosa que me parece súper dolorosa y que tenemos que problematizar, porque no estamos hablando de que si hay que ser madre o no, sino que estamos tratando de problematizar cómo se están viviendo esas maternidades. Tomo algo muy específico y muy doloroso, pero que está pasando. Las cifras de personas que han desaparecido han dejado a muchísimas familias con esta ausencia, y a otras, que no estamos tocadas directamente, también nos dejan con esta empatía de decir: “Está pasando esto y no ha habido suficientes resultados, no hay justicia, ni siquiera un seguimiento o un reconocimiento a estas madres que están buscando los cuerpos de sus hijos”.
Nos estamos quedando con las cifras, con el discurso narrativo oficial. Aquí hay una pequeña rebelión de decir: ‘No nos vas a decir cómo vamos a contar nuestra historia’”.