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“Hay que exigir al Estado que tenga empatía con las víctimas”: Brenda Navarro

La autora de ‘Casas vacías’, una novela en la que toca el tema de los desaparecidos, señala que quienes toman decisiones están alejados de los que sufren por estos hechos u otros actos de violencia.
dom 10 noviembre 2019 07:00 AM
Brenda Navarro
Brenda Navarro es escritora, socióloga y economista. 'Casas vacías' es su primera novela.

Un país donde la violencia es cotidiana y se refleja en cifras como los 33,748 asesinatos registrados en 2018 —un promedio de 92.4 al día— o las más de 40,000 personas en calidad de desaparecidas —según las estadísticas oficiales más recientes— requiere que sus ciudadanos alcen la voz para exigir al Estado ser empático con las víctimas, afirma la escritora Brenda Navarro.

La autora plantea la reflexión a propósito de su novela Casas vacías (editorial Sexto Piso), en la cual, a partir de la historia de una madre joven que pierde a un hijo pequeño, toca el tema de las desapariciones en México, de cómo estas afectan a las familias que llegan a sufrir una y de cómo las autoridades generalmente no les brindan respuestas.

“Hay que empezar a exigirle empatía a los gobernantes, a los empresarios, a las personas que tienen capacidad de poder; a ellas hay que empezar a pedirles empatía”, dice Navarro, quien también es socióloga, economista y fundadora del proyecto cultural #EnjambreLiterario.

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Navarro advierte de que las distintas expresiones de violencia golpean a toda la población mexicana, pero en especial a las mujeres. Por ello, urge a escucharlas e incluirlas realmente en espacios de toma de decisión, así como a que la ciudadanía haga una autocrítica, reconozca actitudes dañinas que aún sobreviven —algo que cataloga como “cultura priista”— y, con base en esto, busque cambios sociales.

La novela arranca con una mujer que perdió a su hijo y transmite ansiedad o sofoco. ¿En qué te inspiraste para transmitir esa sensación?
Creo que lo he tomado de todas las mujeres que estamos viviendo de manera sistemática la violación de nuestros derechos en este país. Creo que todas, en algún momento, hemos sentido desesperación, desolación, vacío de no saber qué hacer con nuestra vida por las circunstancias sociales, políticas y económicas. Entonces, la apuesta era tomar a una mujer que está sufriendo algo muy fuerte como detonante, pero, a la vez, hacer que estos sentimientos que ella tiene se universalicen en el sentido de que todas podamos sentirnos identificadas, porque así nos hemos sentido en algún momento. Hay tanta violencia y tantas cosas que pasan al mismo tiempo que creo que en algún momento todas nos hemos sentido así, con una ausencia muy fuerte, y por eso el querer generar empatía en este tipo de situaciones.

¿Por qué elegir la maternidad como tema para tu primera novela, además, a una madre que vive una experiencia traumática?
A la mayoría de las personas nos mueven temas. A mí el tema de las mujeres siendo madres en México, con todas las circunstancias que eso implica, es una cosa que me parece súper dolorosa y que tenemos que problematizar, porque no estamos hablando de que si hay que ser madre o no, sino que estamos tratando de problematizar cómo se están viviendo esas maternidades. Tomo algo muy específico y muy doloroso, pero que está pasando. Las cifras de personas que han desaparecido han dejado a muchísimas familias con esta ausencia, y a otras, que no estamos tocadas directamente, también nos dejan con esta empatía de decir: “Está pasando esto y no ha habido suficientes resultados, no hay justicia, ni siquiera un seguimiento o un reconocimiento a estas madres que están buscando los cuerpos de sus hijos”.

Nos estamos quedando con las cifras, con el discurso narrativo oficial. Aquí hay una pequeña rebelión de decir: ‘No nos vas a decir cómo vamos a contar nuestra historia’”.

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¿Como sociedad nos hace falta ser más solidarios, más empáticos con el dolor de los demás?
Nos hace falta ser más, pero en realidad lo somos. Cuando estás sufriendo un dolor, te cuesta mucho salir de eso y pensar en los demás. Pero creo que todas las familias en México, con la diversidad que eso implica, están teniendo un dolor muy fuerte. Vivir en México ahora mismo no es fácil… Todos nos estamos confrontando a esos dolores y sí estamos siendo empáticos, porque, si no fuera así, esto ya se habría ido al traste. Sin embargo, tenemos la oportunidad de tener una vida más o menos normal en el día a día. Sí somos empáticos porque todos lo estamos viviendo. Veo muchas redes, de madres, de gente, que nos estamos cuidando ante esta concepción política que nos quiere tener aprisionados en el miedo. Cuando ya no tienes miedo es cuando sales a las calles, exiges.

Entonces, somos empáticos pero podemos serlo más.
Lo que pasa es que las circunstancias nos están exigiendo más. Más bien, creo que hay que voltearla y decir: “A ver cuándo va a empezar a ser empático el Estado, cuándo las personas que tienen capacidad de poder van a empezar a ser empáticas”. Hay que empezar a exigirle empatía a los gobernantes, a los empresarios, a las personas que tienen capacidad de poder; a ellas hay que empezar a pedirles empatía.

Casas vacías
'Casas vacías' cuenta la historia de una madre joven que sufre la desaparición de un hijo. También, la de otra mujer que se lleva a ese niño y, al mismo tiempo, sufre distintos tipos de violencia.

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Este gobierno está por cumplir su primer año. ¿Cómo ves las acciones que ha tenido en atención a víctimas?
Generalmente, yo hablo del Estado en un sentido mucho más grande, de cómo nos hemos conformado desde 1917. No estoy segura de que un gobierno de seis años pueda generar cambios ante problemas que se han venido arrastrando más o menos desde 1970 y luego se acrecentaron con esta perspectiva neoliberal. Lo que sí puedo decir es que no solo el gobierno sino las personas que votaron por este nuevo gobierno están dispuestos a tratar de hacerlo diferente. El problema es que no sabemos cómo.

Tenemos una cultura tan priista, enraizada en todos nosotros, aunque no nos guste, que va a ser difícil. No creo tampoco que debamos enfocarnos en el presidencialismo”.

Tenemos que enfocarnos en los tres poderes, exigir a los legisladores, al Poder Judicial, más que esperar que un gobierno en específico nos cambie. Tenemos que ser conscientes de que ya hemos estado cambiando como sociedad y de que esos cambios se necesitan. Aunque no nos guste, hay que vigilarnos incluso a nosotros mismos. Tenemos que ser autocríticos y reconocernos con una cultura priista, pero hay personas en lugares como el Centro Tlachinollan o el Centro Prodh que sí están haciendo que cambien las cosas sin importar el gobierno.

Como feminista, ¿crees que la falta de empatía del Estado es peor con las mujeres?
Creo que es cruel con todos. Lo que pasa es que los hombres sí están en el espacio público. Tú no ves un lugar de toma de decisiones en donde no haya hombres. Además, las mujeres en México nunca hemos estado en lugares estratégicos de toma de decisión. Eso hace que la lógica con la que se plantean las políticas públicas o los programas sea sumamente androcéntrica, incluso torpe. Por mi perspectiva feminista, siempre he creído que el patriarcado es malvado pero es malvado en tanto su torpeza: hay un problema, reacciona, no planea, y en esa no planeación olvida a las mujeres.

¿Incluir de verdad a las mujeres en los espacios de decisión sería un primer paso?
Sí y no. Necesitamos, aunque no nos guste, el tema de cuotas, pero también tenemos que pensar a quiénes. Si van a ser mujeres con cierto tipo de necesidades de representación y no de sobrevivencia, va a ser exactamente lo mismo. Si vamos a incluir, vamos a incluir a las personas que tienen mayores necesidades: a las mujeres que limpian, a las que cuidan, a las que están en pobreza extrema o no tienen educación. Hay que preguntarles cómo quieren entrar en la toma de decisión. Yo no me conformaría con que hubiera cinco mujeres y cinco hombres en un gabinete. Lo que quiero es que se empiece a hablar de justicia social y de acceso a oportunidades a las personas con menores capacidades económicas, que se trate de sanar un poco el dolor del que se habla en la novela. Hay tanta violencia en todos los sentidos que necesitamos voltear a ver a quién le está afectando más, y definitivamente es a las mujeres pobres.

O sea, no quedarse en la cuota, sino pasar a la acción.
A la escucha, yo diría que estamos en un proceso en el que tenemos que pasar a escuchar, no creer que todas tenemos las respuestas, que nuestras luchas son “las luchas”, sino escuchar qué necesitan las otras personas. A lo mejor ahí sí necesitamos ser más empáticos con las personas que no tienen representación. Es incómodo cuando te dicen: “Tú muy feminista, ¿pero quién te está lavando el baño?”. Estas preguntas que son incómodas tenemos que empezar a responderlas.

Para cerrar, ¿qué temas siguen en tus proyectos después de esta novela?
Me interesa mucho el perdón, que tiene mucho que ver con México. ¿Quién va a perdonar a quién y quién está exigiendo perdón y qué tipo de perdón? Y me interesa mucho también la reparación del daño, si realmente estamos reparándonos o estamos solo avanzando sin saber realmente qué tenemos que sanar. Y estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver con quién tiene derecho a decidir qué es la vida, y quién puede quitarla y quién no.

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