La vida de Megan, una niña de siete años, cambió a causa de una bala perdida. El pasado 6 de julio, a las dos de la mañana, un proyectil atravesó el techo de lámina de su casa e impactó en su ojo izquierdo. La pequeña se despertó y empezó a llorar. Su papá, Celestino Garrido, corrió a averiguar qué le pasaba y, cuando vio que su cara sangraba, decidió llevarla a urgencias médicas.
Primero fue al Hospital General de Tláhuac, donde el personal se negó a atenderla argumentando que no contaba con los instrumentos necesarios. Después, en el Hospital Pediátrico, ocurrió lo mismo.