Permiso a los duendes
Chan, encargado de la seguridad de los obreros, confía en que el tren ayudará a su humilde comunidad. "Nos va a traer mucha prosperidad, más atención, más visitantes", dice. Sin embargo, la estación está alejada de Maxcanú y el poblado carece de infraestructura para recibir turistas.
Ana María Sánchez, de 64 años, tiene en su casa un improvisado restaurante. Vende a sus vecinos y ocasionalmente a trabajadores del tren.
Deposita sus esperanzas en una nueva sucursal del gubernamental Banco del Bienestar, justo frente a su vivienda, donde espera ganar clientes entre los ancianos que vayan a cobrar su pensión.
Con dejo de ironía, sonríe cuando se le pregunta por los turistas. "No vienen a comer, vienen a ver artesanías, museos. Porque ellos no saben (acostumbran) comer, nada más andan con su botellita de agua".
A las controversias que rodean la obra se sumó la que generó López Obrador el pasado 25 de febrero, cuando publicó en su cuenta de Twitter la foto de lo que según él parecía un "aluxe".