Estas precipitaciones intensas fueron calificadas como “históricas” por el gobierno de la Ciudad de México, tras alcanzar niveles de hasta el doble del promedio registrado para los meses de junio o julio desde 1982.
Varias zonas de la ciudad quedaron anegadas y el agua superó la capacidad de la infraestructura vial y del sistema de drenaje, por lo que se registraron daños urbanos, viales y al Sistema de Transporte Colectivo Metro, así como decenas de familias damnificadas.
Las autoridades capitalinas atribuyen las lluvias a efectos de la naturaleza, pero expertos de la UNAM descartan que el aumento en los niveles de lluvia se deba únicamente a un comportamiento atípico. Para ellos, el problema está relacionado con hundimientos de suelo, fallas en la infraestructura hídrica y azolve, este último atribuido directamente a la acción humana.
“Tenemos un sistema de drenaje que ya no aguanta que llueva tanto, no solo por su capacidad, sino por la falta de mantenimiento, los hundimientos, filtraciones, entre otros factores”, asegura Víctor Orlando Magaña, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM.
Para Víctor Orlando Magaña, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, el aumento en la intensidad de las lluvias en la Ciudad de México no debería sorprender a las autoridades capitalinas, ya que, fenómenos como los que se presentan actualmente son oscilaciones climáticas que puede presentarse cada tres o cinco años.
Resalta que la problemática de fondo, no es la lluvia en sí misma o un aumento en su intensidad, sino una vulnerabilidad en la infraestructura, derivado de la urbanización y la mala planeación del desarrollo de la ciudad.
El investigador de la UNAM considera que si bien existieron años como el 2022 y 2023 en que se registró una sequía severa en el Valle de México que derivó en que las presas del Sistema Cutzamala presentaran niveles mínimos históricos, hay otros como 2025 en que las lluvias generan afectaciones a viviendas y cuantiosos daños materiales a la infraestructura vial y urbana.
“Las autoridades en lugar de recurrir a un enfoque naturalista (que se culpa a la naturaleza de los desastres) debieran hacer un verdadero diagnóstico sobre cuáles son los verdaderos problemas que generan esa gran vulnerabilidad en la ciudad”, dice.
Magaña también subraya que el crecimiento desordenado de la mancha urbana desde mediados del siglo XX, la generación de asentamientos urbanos irregulares en zonas altas de la Ciudad de México, así como en zonas de barrancas, ocasiona una especie de impermeabilización de suelo a través del asfalto, lo que no permite la infiltración del agua al subsuelo y por tanto, esta quede estancada en vialidades principales y de las colonias.
“Hay que añadir problemas históricos de basura, lo que reduce la capacidad de desahogo del drenaje, es lo que vemos todos los años con las lluvias”, comenta.
Ambos especialistas de la UNAM coinciden en que al ritmo de crecimiento de la Ciudad de México, en pocos años las inundaciones no solo se incrementarán, sino que también colapsará el sistema de drenaje si no se genera una mayor inversión para el desfogue de aguas pluviales o en su caso, generar acciones para el aprovechamiento del agua de lluvia o la infiltración del líquido al subsuelo.