Esta desproporción es importante, toda vez que Airbnb nació como una propuesta de sharing economy, un modelo de colaboración o intercambio entre pares. En un inicio, la apuesta era que los habitantes reales de una ciudad ofrecieran una habitación de sus casas, para que otras personas las ocuparan de modo temporal, generando un ingreso extra para las familias receptoras y un ahorro para el viajero.
Pero en los últimos meses ha habido todo un debate acerca del impacto de Airbnb en el acceso a la vivienda en la CDM X, sobre todo tras la alianza anunciada entre el gobierno y la plataforma para poner a la capital del país, como la de los nómadas digitales a nivel global.
De este modo, el Observatorio de Ciudades halló en un análisis que “un factor común en varias de las zonas donde se concentran estos alojamientos es que forman parte de la “ciudad de 15 minutos”, donde, gracias a una dotación excepcional de servicios y equipamientos urbanos, un habitante puede acceder a la satisfacción de sus necesidades con estándares de vivienda adecuada y calidad de vida.
Este ‘acaparamiento’ es relevante si se toma en cuenta que apenas poco más del 13% de las viviendas de la Ciudad de México están localizadas en la “ciudad de 15 minutos”. Y, al mismo tiempo, la mayoría de la población de las ciudades mexicanas se ha concentrado en las zonas periféricas en la última década.
Prácticamente solo 1 de cada 10 habitantes de la CDMX vive en la ciudad de los 15 minutos, mientras el 49.13% -casi la mitad- vive a más de 30 minutos caminando de todos los servicios necesarios para el bienestar.