El joven dejó en su tierra natal a su padre y a su madre, así como a tres hijos pequeños. La falta de empleo para sostener a su familia, la inseguridad y la crisis política tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse lo llevaron a tomar la decisión de migrar.
“Se habla que en Haití no hay trabajo, es verdad; la situación en Haití es complicada, no hay posibilidad para comprar comida, para ir a la universidad, y la situación política también, el gobierno no ayuda”, sostiene.
Él es uno de los 45 migrantes centroamericanos y caribeños que por el momento encontraron resguardo en Casa Tochán, uno de los dos albergues de la sociedad civil en la capital del país.

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Gabriela Hernández, su directora, considera que ante la llegada de los migrantes haitianos el gobierno de la ciudad ha dejado la responsabilidad de ayudarlos a los albergues independientes, los cuales han visto su capacidad superada.
“Totalmente se ha dejado a los albergues solos, en lo único que te puedo decir que nos han respondido es en las pruebas de COVID y las vacunas”, advierte la activista.
“Estamos superados: tenemos 30 camas y a 45 personas, todavía como cinco están viviendo en la terraza, con lo que implica eso”, añade Hernández.
La casa, ubicada en la alcaldía Álvaro Obregón, se extiende como un pasillo con cuartos a los costados. Estos tienen literas donde se privilegia la estancia de mujeres y niños, en un esfuerzo por aprovechar cada espacio; quienes no alcanzan una cama duermen en colchonetas.