Angélica Fernandez está determinada a que sus tres hijos sigan en clases virtuales, quienes tienen 14, 4 y 2 años que estudian en Álvaro Obregón. La madre reconoce que no es una opción perfecta en especial para su pequeño de cuatro años que estudia el preescolar, con sólo una hora de clases dos días a la semana.
“Como el niño acaba de entrar al kínder ha sido pesado porque no hay ni la paciencia ni la experiencia para enseñarle y con el tema de estar encerrados sí está un poquito complicado porque los niños se aburren mucho”, dice en entrevista.
Sin embargo, con el regreso a las aulas mientras se han incrementado los contagios le preocupa que se genere un “caos” en especial entre los niños pequeños.
“Para empezar no tenemos la cultura de traer el cubrebocas, la careta y los niños –al fin niños– andan corriendo, abrazándose, besándose, compartiendo la comida”, comenta.
En contraste, Irma Romo Méndez está segura de mandar a sus tres hijos, un niño en primaria, una adolescente en preparatoria y una joven en licenciatura, a clases presenciales.
Para ella, la pérdida de actividades deportivas, el no ver a sus amigos y el encierro han tenido un impacto en sus hijos, tanto en su salud física como emocional.
“Empiezan a tener miedo, entre otras situaciones algunas depresiones, en otras ocasiones se han dado situaciones violentas. (…) Se me hace bastante importante que retomen por su seguridad física y también una parte muy importante es el aprendizaje porque no es lo mismo”, afirma Romo.