Desde hace más de una década era una tradición acudir en familia, pero este año sólo fue acompañada de su hija, hijo, yerno y dos de sus nietos pequeños, quienes jugaban entre las figuras de San Judas y recibían dulces que regalaban a los fieles. Esta vez sus padres decidieron quedarse en casa.
"Mi mamá y mi papá están al borde del pánico por lo mismo que mi hermano estuvo en una situación muy difícil", comparte María.
Desde la salida de su hogar en Tlalpan, María y su familia intentaron tomar todas las precauciones a su alcance: todos –incluso los niños– llevan cubrebocas, usan gel antibacterial constantemente y dentro de la iglesia portaron guantes que después desecharon.
Con una mezcla de tristeza y esperanza, María decidió asumir el riesgo para demostrar su fe un año más.
"Damos gracias a San Judas, por eso estamos aquí y nos arriesgamos a venir. Hay mucha gente que no se cuida nada, yo no critico, a lo mejor porque lo ha pasado lo que nosotros sufrimos y vivimos", comenta.
Tras visitar el atrio y recibir la bendición dentro de la iglesia de San Hipólito en unos pocos minutos, sin tiempo para sentarse a reflexionar o rezar, emprenden el camino de vuelta a su hogar esperando que el próximo año puedan regresar con la familia completa.