Sin embargo, la animadversión del gobierno federal a las protestas fue visible incluso antes de que se llevaran a cabo. Desde que distintos grupos estaban organizando la marcha en redes sociales, la presidenta Sheinbaum los desacreditó y, junto con otros miembros del oficialismo, empujó la idea de que en realidad actores políticos de reputación dudosa, como Vicente Fox u organizaciones internacionales de ultraderecha, estaban detrás del movimiento.
Además, las autoridades federales colocaron los ya tradicionales muros de metal para “proteger” el Palacio Nacional y los demás edificios que rodean el Zócalo, tal como lo hizo el expresidente López Obrador en todas las marchas opositoras. Por si fuera poco, es posible que —siguiendo un manual ya viejo y manido pero aún eficaz de la política mexicana— el gobierno haya inducido la violencia por medio de grupos porriles a fin de minar la imagen de la manifestación y desincentivar que los participantes ocuparan la plancha del Zócalo.
La cobertura mediática de las protestas también invita a la preocupación. Salvo honrosas excepciones de algunos medios y periodistas, el tratamiento mediático de la protesta da indicios de una posible operación del gobierno para incentivar una cobertura que, a un tiempo, enfatiza la violencia, resalta que “no fueron los jóvenes quienes encabezaron la protesta” y difunde cifras desinfladas sobre el número de asistentes. La otra posibilidad para explicar esta cobertura tan poco profesional de la mayoría de la prensa es igualmente preocupante: diversos medios de comunicación parecen estarse “acomodando” a los intereses del oficialismo, optando por la autocensura a fin de evitar problemas con Palacio Nacional.
Morena y sus aliados están aprovechando las imágenes de ataques contra los policías para profundizar los cuestionamientos a la legitimidad de las marchas. Más allá del tema de la violencia, otra fuente de cuestionamiento del oficialismo a las marchas es su heterogeneidad. De acuerdo con este argumento falaz: puesto que la manifestación se promovió como una movilización de la Generación Z y al final asistieron distintos sectores ciudadanos descontentos con el oficialismo, entonces la protesta no mostró consistencia ideológica y política alguna, al tiempo que la participación de los jóvenes fue baja, lo que muestra que en realidad la Generación Z no está inconforme con Morena.
En suma, la estrategia del gobierno federal y Morena frente a las manifestaciones fue desplegar un enorme operativo para mermar su credibilidad y desincentivar las movilizaciones ciudadanas en el futuro. No obstante, al mismo tiempo —y siguiendo el libreto de López Obrador— Sheinbaum ratificó una y otra vez el derecho a la libre manifestación, cayendo así en un discurso un tanto esquizofrénico, que se podría resumir de la siguiente manera: “Garantizamos su derecho a la protesta, pero a la vez catalogamos sus causas como injustas e ilegítimas; reconocemos su derecho a la libre asociación, pero sabemos que agentes malévolos están detrás de sus esfuerzos de organización y acción colectiva”.