En el siempre cambiante escenario de las relaciones internacionales, la reciente interacción entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha capturado la atención de analistas, diplomáticos y uno que otro comediante político. En una conferencia de prensa desde la Casa Blanca, Trump sorprendió al declarar que no busca perjudicar a México y, con una sonrisa que a muchos les recordó sus días de reality show, elogió a Sheinbaum como “fantástica” y “muy elegante”.
#ZonaLibre | Trump coquetea, México negocia

Sí, Trump pasó de construir muros a repartir cumplidos. Bienvenidos a un capítulo más de su políticonovela: “Amor con aranceles”.
Estos comentarios se producen en un contexto de tensiones comerciales, donde la administración Trump ha impuesto aranceles severos a varias naciones. Sin embargo, en una movida que nadie esperaba (ni sus asesores), Trump “perdonó” por un rato más a todos los países, siendo México el más beneficiado al dejarlo fuera de la lista negra arancelaria. “No quiero hacerle daño a México”, dijo, como si hablara de una ex con la que todavía intercambia likes en Instagram.
Sheinbaum, por su parte, respondió con diplomacia, pero sin perder firmeza. Mientras agradece los halagos, ya puso a su equipo económico a trabajar en la diversificación del comercio con América Latina, Europa y Asia. “No es que no te quiera, Donald… es que también necesito conocer a otros”, parece decir entre líneas. Una jugada preventiva, inteligente y muy al estilo Sheinbaum: sonríe, pero con el tablero de ajedrez ya armado.
Y si a alguien le quedaban dudas de su liderazgo internacional, bastó con verla en la reciente cumbre de la CELAC, donde asumió un papel protagónico entre los mandatarios de la región. Desde Buenos Aires hasta La Habana, Sheinbaum dejó claro que México no solo quiere ser socio comercial de Estados Unidos, sino también un referente político en América Latina. En otras palabras: mientras unos reparten sanciones, otros construyen puentes.
Mientras tanto, el peso mexicano, lejos de temblar, se fortaleció. Sí, mientras Trump elogia, el dólar se encoge. Es como si la economía mexicana respondiera mejor a los coqueteos que a las amenazas.
Nuevos comienzos a la vista
En este capítulo de la telenovela diplomática, también hay nuevos personajes: el Senado estadounidense confirmó a Ronald Johnson, exagente de la CIA, como nuevo embajador en México. Un tipo con cara de villano de película de espías que, dicen, llega con la intención de “estrechar lazos”, aunque en México lo ven más bien como alguien que va a “vigilar de cerca”.
En el sector empresarial mexicano hay cautela, pero también cierta tranquilidad. Los gigantes automotrices siguen apostando por México, y eso le da fuerza al mensaje de Sheinbaum: cooperación sí, dependencia no.
Además, el equipo económico de la presidenta, comandado por Marcelo Ebrard, ya trabaja en alianzas con países como Brasil, Argentina, Corea del Sur y España, abriendo nuevas rutas para exportaciones tecnológicas, energéticas y agrícolas. Una política exterior que parece más pragmática que ideológica, más estratégica que simbólica. México ya no espera a que Washington decida de qué humor amaneció para hacer planes.
Ahora bien, si esta relación entre Trump y Sheinbaum fuera una película, definitivamente sería una comedia romántica con tintes de drama político. Trump actúa como ese ex que jura que ha cambiado, que ya no es tóxico, pero al que hay que vigilar con cuidado porque en cualquier momento sube los aranceles “por accidente”.
Mientras Trump vive atrapado entre el “te quiero” y el “te castigo”, México ya está viendo otros países y hasta intercambiando números. Es como si hubiese actualizado su Tinder o Bumble de relaciones internacionales. Porque en la nueva política exterior mexicana, si Estados Unidos se hace el difícil, no pasa nada: hay muchos peces en el mar, y algunos no cobran aranceles.
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