Sheinbaum repite que no llegó ella sola, que “llegamos todas”, suscitando el entusiasmo de muchas mujeres. Según la encuesta de Enkoll 2025, el 86% de las mexicanas cree que el gobierno de Sheinbaum mejorará los derechos de las mujeres; sin embargo, ha sido criticada por diversas analistas y colectivas al mostrar incongruencia por no gobernar con suficiente contundencia o “feminismo”.
En el presupuesto federal 2025, si bien destinará 508.7 mmdp para la “igualdad sustantiva”, poco más del 50% de este dinero se concentrará en pagar pensiones, lo que limita su impacto estructural. La especialista Itzel Loredo afirma que aunque ya las leyes exigen la transversalización del enfoque de género en la planeación presupuestaria, es muy parcial la manera en que las implementan.
Según ella, “las transferencias monetarias ayudan a reducir brechas económicas inmediatas, pero no transforman dinámicas de desigualdad como la sobrecarga de trabajo no remunerado o el acceso limitado de las mujeres a empleo formal y educación”.
Sheinbaum promovió reformas a la Constitución para que el Estado garantice el goce y el ejercicio del derecho a la igualdad sustantiva, elevó a nivel ministerial el Instituto Nacional de las Mujeres e hizo una Cartilla de los Derechos de las Mujeres; sin embargo, parece poco: faltan recursos financieros, materiales y humanos para operacionalizar todos estos derechos. En materia de violencia de género, tendrá que modificar leyes, cambiar el modus operandi del gobierno y deberá promover un cambio sociocultural eficaz para lograr un cambio sustantivo.
Hablando de liderazgos, Sheinbaum ha empezado a mostrar su propio sello. Su respuesta frente a Trump ha elevado su reputación, incluso con un empresariado muy reacio a las ideas de su movimiento. Sheinbaum ganó con 60% en un país, donde según Data Cívica, 35% de los mexicanos y 33% de las mexicanas piensan que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres.
Históricamente la llegada de mujeres al poder se ha dado en contextos muy variados, pero la base fue el movimiento sufragista, impulsado por mujeres y algunos hombres, con la clara convicción de que la condición de humanas era suficiente razón para que exigir la igualdad en diversos ámbitos, entre ellos a tener derechos político-electorales, a ser consideradas ciudadanas, a votar y ser votadas.
Las pocas que fueron llegando a cargos públicos enfrentaron el mismo desafío: demostrar que tenían la capacidad para gobernar en entornos creados y dominados por hombres, con reglas androcéntricas y estilos masculinizados. No obstante, algo positivo es que el acceso de ellas a estos espacios de liderazgo ha contribuido a “normalizar” la presencia femenina en cargos de poder, y a empoderar a las nuevas generaciones de mujeres para participar en la política y cuestionar los estereotipos sobre los liderazgos femeninos.
También es cierto que el hecho de que lleguen mujeres al poder no es garantía de que gobiernen con lentes violeta. Jacinta Arden en Nueva Zelanda, Erna Solberg en Noruega y Tsai Ing-wen en Taiwán son de las contadas mujeres que realmente han gobernado con perspectiva de género. El hecho de que Sheinbaum esté en el poder representa una oportunidad para que implemente políticas públicas que permitan alcanzar la igualdad de género. Pero el tema es si, aunque quiera, podrá mover la aguja, ante las restricciones presupuestarias y otros factores.