Reconocer que no es lo mismo ser una mujer y además tener discapacidad, ser negra, estar privada de su libertad y ser indígena, es decir la interseccionalidad nos permite desdoblar la mirada y reconocer los muchos Méxicos, y la diversidad de mujeres, por ello es impostergable construir instituciones más eficientes y humanas que respondan a nuestras demandas de justicia social, inclusión y una vida libre de violencia.
La historia de las mujeres en México es diversa, hemos avanzado en muchos aspectos, desde lo más básico que es el reconocimiento de nuestros derechos civiles en 1953 hasta otros temas impensables que nos han abierto los ojos de desigualdades que ni siquiera tenemos detectadas. Según el Foro Económico Mundial, al ritmo actual, nos tomará 134 años cerrar las brechas de género (Foro Económico Mundial, 2023). No podemos esperar cinco generaciones para lograr una verdadera igualdad. Las reformas propuestas por la Presidenta son un primer paso en la dirección correcta.
Ser mujer en México significa enfrentar todos los días el nulo derecho a la ciudad, ya que no se cuenta en la mayoría de las calles con iluminación adecuada, una premisa básica para la seguridad personal, en los parques y espacios públicos las mujeres no se apropian de ellos porque no tienen las condiciones mínimas para sus hijos e hijas o para ellas mismas. Las banquetas son utilizadas en su mayoría por mujeres con carriolas, sillas de ruedas o carritos para traer los alimentos a casa y están en deterioro constante, en los padrones vehiculares el 80% de los registros están a nombre de los hombres, lo que nos refuerza la idea de que son las mujeres las que hacen uso de las banquetas y del transporte público, este último en muy pocas ocasiones será seguro para ellas. La movilidad es la base de los demás derechos, ya que para ir a la escuela, al trabajo, a proveer los alimentos implica el derecho a la movilidad segura, derecho que las mujeres tienen grandes limitaciones para ejercerlo.
Hoy, 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años han vivido algún tipo de violencia de género, siendo la violencia psicológica la más común (INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021). Todo lo anterior nos confirma que la violencia estructural sigue presente en la vida cotidiana de las mujeres mexicanas.
Hoy somos testigos de la historia, celebramos que nuestra Constitución hable de igualdad sustantiva, de perspectiva de género, y de paridad. Sin embargo, no debe ser un gatopardismo cambiar todo para que todo siga igual, el cambio de visión conlleva la creación de estrategias y políticas públicas explícitas que cuenten con presupuesto, indicadores y su correspondiente evaluación.
Las reformas presentadas en materia constitucional ofrecen beneficios tangibles al establecer criterios unificados para enfrentar la violencia de género de manera más efectiva. Además, promueven una mayor coordinación entre los distintos niveles de gobierno, lo que asegura respuestas más rápidas y eficientes. Estas reformas no solo garantizan la igualdad sustantiva, también impulsan la paridad de género en los espacios de toma de decisiones.