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¿Por qué le sirve a los candidatos hablar mal de otros y no bien de ellos?

Críticas y ataques generan mayor atención y discusión entre el público, lo que hace que estas tácticas sean atractivas para los candidatos que buscan aumentar su visibilidad y resonar en los votantes.
jue 25 abril 2024 06:05 AM
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Cifras, periodos, documentos, los candidatos realizaron afirmaciones que tuvieron que verificarse.

Rumbo al segundo debate presidencial, a realizarse este domingo 28 de abril, entre Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez y Xóchitl Gálvez, ya sabemos que lo que viene es una extensión de lo que a lo largo de las precampañas y campañas que las candidatas y el candidato han hecho. Esto es hablar mal los unos de los otros, con la intención de demostrar por qué no es buena opción votar por el otro.

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Aunque esta técnica de deslegitimizar al otro no es nueva ni desconocida, sí dista mucho de lo que un debate debería ser. Aunque las risas no faltan y ya estemos muy acostumbrados, es importante recordar que, en momentos como el actual, todo votante debería esperar que un debate fuera un punto de encuentro y diálogo abierto en el que, en el mejor y muy civilizado de los casos, los candidatos presentan propuestas de cómo su gobierno actuaría ante los distintos desafíos que enfrenta el país. Así sería fácil para la gente decidir cuál cree que es la mejor opción y no sólo la menos mala.

Sin embargo, ni las preguntas abiertas presentadas por parte del electorado, en un ejercicio aplaudible por parte del INE para usar las redes ‘sociodigitales’ e incluir las inquietudes de la sociedad, ayudaron a revertir este modelo que no sólo en México, sino también en países como Estados Unidos, es tan popular.

Lo anterior a un grado que en lugar de abordar los ejes temáticos de la discusión -en debate pasado: educación, salud, combate a la corrupción, transparencia, no discriminación a grupos vulnerables y violencia contra las mujeres-, se hizo de todo menos responder las preguntas. De hecho, es muy probable que lo que recuerden los espectadores sea una fiesta de memes de una candidata llegando en su bicicleta, una sonrisa excesiva y la dama de hielo.

La situación es muy similar con la reciente edición del debate chilango, en donde contienden Santiago Taboada, Clara Brugada y Salomón Chertorivski. El reino de los memes no esperó y dejó en evidencia que lo que más recordaremos de estas conversaciones es un candidato al que nadie pela y a un candidato que puso sobre la mesa sus aguas de jamaica que parecen de limón, pero saben a piña.

Esto no debe confundirse. Aunque los memes son cada vez más una manera de comunicación aceptada y empleada por distintas organizaciones para llegar a nuevos públicos, esta ocasión debe ser distinta. Ante una desgastada y cada vez menos creíble política, desde mi perspectiva, no es una buena señal crear elementos que aumenten su deslegitimación y, lo que es más, sean señal de la poca seriedad que transmiten a los votantes.

Pero, ¿qué hay detrás de esa estrategia? ¿Qué hace más fácil convencer que el otro no es bueno en lugar de decir que yo sí lo soy?

Esto puede atribuirse a una serie de estrategias que no son sólo políticas, sino psicológicas también. Imprimir negatividad en la mente de los votantes tiene un impacto en sus acciones. Asimismo, las críticas y los ataques generan mayor atención y discusión entre el público, lo que hace que estas tácticas sean atractivas para los candidatos que buscan aumentar su visibilidad y resonar en la memoria de los votantes.

Además, hablar negativamente de un oponente puede ser una forma eficaz de crear un contraste claro sin tener que enfatizar las propias virtudes. Cosa que no necesariamente pasa aquí, pero que en la teoría se basa en la idea de que resaltar las deficiencias del oponente puede hacer que un candidato parezca una opción preferible por comparación.

Dentro de los elementos que hacen más fácil esta forma de campaña se encuentra también la simplificación. Entre un público políticamente poco activo y desinteresado, como tristemente lo es el mexicano, es más fácil que prevalezca un mensaje simplón de ataques personales, en contraste con alguno más complejo que explique una propuesta en su totalidad.

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Esto, además, se relaciona con una sola característica que existe en México: no importa cuánto prometan, la poca confianza que existe por parte de la gente hacia los gobiernos no ayuda. Por ejemplo, cuando un candidato dice algo bueno o explica alguna propuesta para elevar algún sector a que se le crea, es poco creído. En este caso, los candidatos de Movimiento Ciudadano, que, sin nada que perder han mostrado algunas propuestas mientras sus compañeros de panel discuten entre sí, seguro que tendrían una ventaja.

Esto deriva de muchas circunstancias: promesas incumplidas en gobiernos pasados y la general desconfianza que la región entera está teniendo en sus gobernantes. Cada vez se ve en ellos esa figura que resuelve y gestiona de manera óptima.

Pero, incluso ese descontento debería ser un motivo más para los candidatos de ahora de hacer las cosas diferente. En el mejor de los casos, hablar mal del otro contendiente debería ir seguido de hablar bien de sí mismo. Es decir, atacar con una propuesta el área de oportunidad que descuida el otro y yo puedo atender.

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Nota del editor: Luis Ruiz es Licenciado en Ciencias de la Comunicación de formación –por la Universidad Nacional Autónoma de México– y consultor en comunicación estratégica corporativa y relaciones públicas de profesión. En los últimos años ha colaborado en el desarrollo de campañas de comunicación corporativa de grandes compañías a nivel nacional e internacional. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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