La nueva disposición contra el tabaco tiene la intención de borrarlo de toda forma de promoción, pues quedará suspendida la publicidad en redes sociales y videos de streaming. Sumándose esto, a la prohibición de comerciales en televisión, radio, espectaculares, entre otros.
La sociedad en su conjunto sabe que el tabaco hace daños irreversibles a la salud, muy lejanos quedaron los años donde la publicidad del cigarro tenía que ver con estatus y poder. Las nuevas generaciones han disminuido drásticamente su uso, gracias a un esfuerzo colectivo que tardó años, pero que poco a poco trajo buenos resultados.
Para muchos jóvenes, el uso del tabaco no solo se considera dañino, sino “pasado de moda” e incluso son intolerantes a su olor.
Desde su aparición y popularización, los vapeadores y cigarros electrónicos parecían una solución asertiva para ayudar a reducir el consumo del cigarro, a quienes ya lo consideraban una adicción. Sin embargo, los múltiples estudios de distintas universidades, laboratorios como sectores públicos de salud, han concluido que dichos aparatos son dañinos en múltiples maneras: tos, falta de aire en los pulmones, opresión en el tórax, manchas en pulmones, inflamación del sistema pulmonar; y lo peor, cáncer.
Durante la pandemia fue considerado uno de los peores aliados del COVID-19 contra la salud de los seres humanos.
La determinación del gobierno contra estos dispositivos podría considerarse un acierto, entendiendo todo el daño que puede provocarnos. Hasta ahí, todo está muy bien.
Uno de los problemas de la prohibición tácita y la búsqueda de exterminar los productos en la sociedad es que crea un problema que lamentablemente busca solucionar la delincuencia organizada.
Para la Interpol, son las redes delictivas -o mafias- las que se encargan del tráfico de drogas, mercancías ilícitas, armas, trata de blancas, falsificaciones de documentos internacionales y blanqueo de capitales.
¿Se unirán los vapeadores y cigarros electrónicos a esa red? La respuesta es sí. Eso supone un problema mayúsculo.
En la actual era de la cancelación en que vivimos, las prohibiciones han originado diversos conflictos sociales. Las redes sociales incendiadas nos han demostrado que existe un enojo generalizado, trastornos evidentes como ansiedad, depresión y pánico.