El aumento actual en el índice general de precios es el más alto que se ha experimentado en el país desde el año 2000, cuando la tasa se ubicó en 8.96%. Esta cifra se encuentra muy por encima de los objetivos establecidos por el Banco de México, que estimaba mantener la inflación en un rango del 3% para el 2022.
Más allá de la legítima preocupación que existe por esta situación, que impacta directamente la economía familiar, especialmente de los más pobres, es indispensable entender por qué se han elevado los precios en muchas partes del mundo.
En primer término, la inflación hoy es en gran medida, un fenómeno global. La volatilidad generada en los precios de las materias primas -principalmente hidrocarburos y productos agropecuarios- provocada por el COVID-19 y ahora extendida por la guerra en Ucrania, aunada a la prolongación de los cuellos de botella en las cadenas de suministro globales, son causas directas de la inflación imperante.
Adicionalmente, situaciones atípicas como la “crisis de los contenedores” mantienen incrementos significativos en las tarifas del transporte marítimo, lo que impacta en el costo de los productos comercializados.
Otras distorsiones que afectan los precios internacionales son la escasez de mano de obra en países desarrollados. También ha incidido la falta de semiconductores para fabricar autos, computadoras o celulares. Por último, hay que recordar que la inflación también se ha incrementado debido a la enorme cantidad de dinero que la mayoría de los bancos centrales inyectaron a sus economías, con la finalidad de mitigar los estragos ocasionados por la pandemia.
A partir del listado expuesto, habría que prever qué incrementos en la tasa de interés resulten insuficientes para disminuir el grave impacto que ha generado la caída en la oferta agregada, al mismo tiempo que impacten gravemente en la inversión y por ende en el crecimiento.