Los movimientos sociales han sido fundamentales en la lucha por nuestros derechos. De manera histórica, hemos cuestionado los sistemas de opresión y formulado proyectos políticos que intentan construir sociedades más dignas. En las últimas décadas, este discurso se ha institucionalizado y ha adquirido mayor relevancia para poder denunciar injusticias y generar cambios sociales.
El movimiento obrero, el movimiento estudiantil, el movimiento feminista, el movimiento por la defensa del territorio y, más recientemente, aquel que pretende reformar las políticas de drogas, y de forma particular el movimiento internacional para la liberación de cannabis, son algunos ejemplos de esta búsqueda de garantías en distintos aspectos.
En esta ardua contienda por la adquisición de derechos, nos encontramos expandiendo sus fronteras, repensando mucho más allá del “voto” y colocando cimientos para proteger al individuo frente al Estado en un aspecto privado e “íntimo”, como bien han sabido nombrar las feministas bajo la consigna “lo personal es político”.
En este ámbito podemos hablar del derecho a decidir sobre nuestro cuerpo como una de las luchas en disputa más presentes actualmente. Es un derecho que se extiende a la capacidad de decisión que tenemos para elegir con libertad y autonomía nuestro proyecto de vida, incluyendo nuestra sexualidad o la decisión de utilizar sustancias psicoactivas, por mencionar algunas de sus expresiones.
Este derecho puede ser enunciado bajo la figura jurídica del libre desarrollo de la personalidad y la autodeterminación de los cuerpos. De acuerdo con el Glosario psicoactivo de Rebeca Calzada, se refiere a la capacidad de las personas a decidir su desarrollo individual, la personalidad que desean y a vivir como mejor les convenga, tomando siempre como eje rector el respeto hacia las demás personas.