Tristemente, la noticia de Nieto y su “renuncia” a la UIF sigue dando de qué hablar. Ojalá fuera por razones más importantes como que las autoridades, entre ellas la UIF, iniciaron investigaciones para determinar por qué y con qué objeto se movió, internacionalmente, una fuerte cantidad de dinero en efectivo, en un avión en el que venían servidores públicos. Pero no, la verdadera noticia sigue sin ocupar espacios en redes sociales y medios: la designación de Pablo Gómez como nuevo titular de la UIF.
Gómez es un exdirigente estudiantil del 68, economista, muy cercano a la izquierda universitaria del país. Su carrera como político la ha desarrollado principalmente en el Poder Legislativo, aunque también quiso ocupar la jefatura de Gobierno del antiguo D.F. Bajo el paraguas de la 4T, fue el autor de la Ley Federal de Remuneraciones de Servidores Públicos, una pieza legislativa tan mal hecha que la Suprema Corte invalidó algunas de sus partes y ordenó corregir otras (de hecho, se tuvo que hacer una nueva).
Y así, sin conocimiento técnico ni experiencia en los temas propios de la UIF, Pablo Gómez obtuvo uno de los puestos del gobierno federal que más incidencia tienen en el combate a la corrupción, a la que el presidente calificó recientemente como el “principal problema del planeta” y como la causa de la desigualdad, la pobreza, la violencia, la migración y los grandes conflictos sociales.