El primero es que esta decisión no significa necesariamente que la Corte tenga una inclinación ideológica de izquierda que vaya a traducirse en áreas fiscales o económicas. Este es un éxito del movimiento feminista, más no de la izquierda. En un futuro esta misma corte podrá aprobar aspectos contrarios a agendas como el cobro de impuestos, la competencia de mercado o la regulación de la banca.
Segundo, no sabemos cómo vayan a responder a esto los estados más conservadores del país o qué influencia logren tener organizaciones conservadoras en futuras discusiones a nivel estatal. El tema podría convertirse, incluso, en una bandera partidista, diluyendo la posibilidad de que los estados implementen legislaciones locales que de manera efectiva den acceso al aborto a sus ciudadanas. Es decir, despenalizar el aborto no significa necesariamente facilitar el derecho de las mujeres a tener un aborto seguro.
Finalmente, está el tema federal. Hay quien especula que Olga Sánchez Cordero podrá negociar en el Congreso la aprobación de una ley que efectivamente regule el derecho de las mujeres a abortar. Sin embargo, esto puede estar lejos de la realidad. Olga ha mostrado una fuerte lealtad a López Obrador y éste ha tomado una posición titubeante ante el aborto.
Con el colmillo político que lo caracteriza, López Obrador sabe que, entre la población general, la recepción de esta noticia no será homogénea. La mayoría de los mexicanos probablemente no estén feliz con ella.
De hecho, de acuerdo con una encuesta de El Financiero, solo el 45% de los mexicanos están a favor de la interrupción legal del embarazo y el porcentaje no parece variar mucho entre hombres y mujeres. El rechazo al aborto legal y seguro viene sobre todo de personas mayores y de quienes tienen altos niveles educativos básicos. En la elección intermedia las personas que más votaron por Morena fueron, precisamente, las que comparten ese perfil.