Los seres humanos estamos acostumbrados a mirarnos al ombligo. Ni siquiera cuando la naturaleza nos recuerda su supremacía nos olvidamos de nuestro narcisismo colectivo. Nos importan nuestros pequeños asuntos y nada más. El planeta viene después, aunque sea nuestro hogar. Por eso hoy vale la pena reparar en una imagen que trasciende las discordias políticas, los conflictos humanos, nuestras discusiones cotidianas.
#LaEstampa | Marte y las vacunas
La escena ocurre a 133 millones de millas de distancia de la Tierra. Ahí, en la atmósfera de Marte, se vislumbra un aparato. De cuatro patas, hecho por el hombre, el aparato se llama Skycrane. En la imagen acaba de auxiliar en el descenso de otro dispositivo, el explorador Perseverance, que estudiará la superficie de Marte durante varios meses, buscando vida. Pero es el Skycrane el que, por ahora, se queda en mi memoria. Hay algo de ciencia ficción, algo de película espacial en la fotografía. “Resulta que los alienígenas éramos nosotros”, escribe alguien en Twitter. Y es verdad. Allá, a millones de millas de distancia, el Skycrane desciende por los cielos de un planeta que no es el nuestro, con el panorama oscuro de fondo, como un visitante inesperado.
¿Qué lecciones nos deja lo que hacen esas máquinas, nuestras máquinas, en el planeta rojo? ¿Cómo traducir la proeza?
Quizá debería servirnos para recordar de lo que somos capaces. Algo parecido a lo que habría que pensar cuando, en algún momento de este año, tengamos la suerte de aplicarnos una vacuna contra una enfermedad cuyo mapa genético –cuya existencia misma– era desconocida hace apenas quince meses.
Tal vez debería servirnos para hacer una pausa en la disputa de algunos contra la ciencia y los expertos. Mejor aquilatar, pienso, lo que significa realmente que el Skycrane que depositó al Perseverance en Marte fue considerado alguna vez una locura por la NASA, un proyecto imposible.
De lo que es capaz el ser humano...
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