En el país nada marcha bien. Nunca en los últimos 100 años se ha vivido la desolación que hoy invade todos los espacios públicos y privados. Mortandad, destrucción y desorden parecen ser ingredientes del panorama general en nuestra querida nación. Ante la simple pregunta de si las personas se sienten o están mejor que como se encontraban hace 1 o 2 años, la respuesta fulminante (más allá del discurso público) es que prácticamente todos nos sentimos realmente desolados.
En condiciones normales, ante estas circunstancias, el nivel de exigencia de cambios en las políticas públicas que han profundizado las crisis sanitaria, económica y de inseguridad, sería visible e intenso. Es por esto que es de llamar de atención la pasividad social que se aprecia en casi todo el país. Aunque hay efervescencia en redes sociales entre muchos sectores sociales inconformes, hay una gran masa poblacional que se muestra tolerante o resignada ante lo que estamos presenciando por parte del gobierno federal en turno. La capacidad contestataria atenuada.