En las semanas posteriores a su triunfo en la elección presidencial de noviembre, Joe Biden, hoy presidente de Estados Unidos, permaneció mayormente en silencio mientras Donald Trump, el hombre al que había derrotado, emprendió un inusitado ataque contra las instituciones democráticas de su país.
Trump arremetió contra los cimientos de la democracia estadounidense, cuestionando –sin evidencia alguna– la fiabilidad que no ha registrado un solo caso de fraude electoral concertado y masivo en su historia moderna. Biden vio a Trump despotricar, amenazar y mentir. Lo vio arrastrar su nombre y el de los suyos por el fango.