Una buena política, actualmente en discusión, es la importancia de influir en el tipo de inversiones que llegan a México. Por ejemplo, el gobierno podría dar incentivos fiscales o subsidios a compañías que tengan procesos robotizados que complementen a los trabajadores, en lugar de aquellas que simplemente los substituyen.
Además, es crítico tener una discusión seria sobre cómo cambiar al código fiscal para que se no se premie a los robots por encima de los trabajos ( Acemoglu et al 2020 ). Actualmente, en México, es fiscalmente más barato “emplear” un robot que a una persona. Ello no debería ser así. Por el contrario, fiscalmente debería haber incentivos para crear trabajos.
Los incentivos a la robotización provienen de los impuestos a la seguridad social y a la nómina. Estos dos impuestos son costos que encarecen la generación de empleo humano y facilitan la compra de robots (que además de todo, son deducibles).
Ambos impuestos (seguridad social y nómina) deberían ser substituidos por (a) una seguridad social que no esté ligada al empleo formal sino que sea pagada con impuestos generales, y (b) impuestos a la propiedad que sean mucho más progresivos que los impuestos a la nómina. Solo de esa forma se daría privilegio al trabajo por encima de la automatización.
En general, no solo es necesario sino urgente cuestionar las formas en las que la automatización sucederá en México y en el mundo. El cuestionamiento debe ir encaminado a incentivar los tipos de robotización que son positivos para la mayoría y desincentivar los que solo generan beneficios para unos pocos.