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#ColumnaInvitada | Los 100,000 muertos de López-Gatell

Necesitamos un cambio de estrategia, abandonar el egocentrismo gubernamental que piensa que las muertes de la pandemia vinieron “como anillo al dedo” a esta administración, dice el autor.
sáb 21 noviembre 2020 07:30 AM
Hugo López-Gatell
El subsecretario Hugo López-Gatell es el vocero del gobierno federal para la atención de la pandemia.

El pasado martes 17 de noviembre, se cumplió oficialmente un año de que el mundo registró por primera vez un caso de COVID-19, en la provincia de Wuhan, China. Al día de hoy, únicamente en México se han reportado más de 1 millón de personas contagiadas y se ha superado el trágico hito de los 100,000 muertos, cifras que reflejan claramente el fracaso rotundo de la política de prevención y contención de la pandemia por parte del gobierno mexicano.

A pesar de las dramáticas cifras, la respuesta por parte del gobierno ha sido la misma desde los brotes iniciales: restar importancia a los contagios, normalizar la tragedia al asegurar que “las personas que fallecieron fallecieron”, culpabilizar a las refresqueras y al sedentarismo, y contar con un subsecretario de Salud que arremete reiteradamente contra los medios de comunicación al increpar y cuestionar las motivaciones de quienes reportan las muertes y ponen en duda los métodos oficiales.

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El panorama que defiende el subsecretario no se puede encontrar más alejado de la realidad. México se posiciona como el cuarto país en el mundo con mayor número de muertes debido a la pandemia, únicamente por detrás de Estados Unidos, Brasil e India. Asimismo, cuenta con la tasa de letalidad más alta de todo el mundo al registrar 9.8 muertes por 100 casos de COVID-19. Ambas, cifras oficiales que, por más que traten de ser maquilladas en las mañaneras o en las conferencias vespertinas, indican que nuestro país está afrontando las repercusiones de una política pública desastrosa que se niega a ser cambiada por el ego de nuestros gobernantes.

Grosso modo, en términos de contagios y defunciones, los casos de Brasil, Estados Unidos o Bélgica pueden reflejar peores cifras que escudan las decisiones tomadas por el gobierno, argumentando que vivimos un mejor escenario que en esos países, cayendo en un triunfalismo ficticio al resaltar que jamás llegaron a faltar camas o ventiladores. Argumentos burdos y estériles si consideramos que gran parte de la población no cuenta con acceso a servicios de salud, y si los tienen, las personas priorizan quedarse en casa por miedo a no volver a ver a sus familiares. Estas situaciones existen, ya que los ciudadanos llegan tarde a los hospitales debido a que desde Palacio Nacional, reiteradamente, les han dicho que la pandemia ya se acabó, que los cubrebocas no son necesarios, que salgan a las calles, que no le tengan miedo al virus y que continúen abrazándose como si no pasara nada.

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Esta administración ha omitido deliberadamente las mediciones reales que reflejan de mejor manera el desastre en el cual se encuentra hundido nuestro país. Donde sin una estrategia clara de rastreo de contactos, políticas de prevención, regulaciones a la movilidad pública priorizando las actividades esenciales y una estrategia agresiva de testeo, jamás conoceremos de manera real lo que enfrentamos y cómo debemos actuar hacia el futuro. Nueve meses han pasado y México es el último lugar de los países de la OCDE en realizar pruebas: 80 por cada millón de habitantes y 17 por cada 1,000, 25 veces menos que en Estados Unidos, teniendo una tasa positiva que alcanza 53% (más de una de cada dos pruebas es positiva), la peor de todo el mundo.

Necesitamos una nueva estrategia, abandonar el egocentrismo gubernamental que piensa que 100,000 personas fallecidas le vinieron “como anillo al dedo” a esta administración, comenzar a rastrear, hacer pruebas, romper cadenas de contagio y entender cómo y en qué contexto se transmite el virus en nuestro país. Dejar de actuar esquizofrenicamente profesando que se ha aplanado la curva y comenzar a actuar de manera preventiva y no reaccionaria. Abandonar la narrativa de únicamente responsabilizar a los ciudadanos de sus propias acciones, eximiendo al gobierno de cualquier tipo de responsabilidad y obligación.

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Tiempos de crisis llaman a excelentes estadistas, aquellos que anteponen el bienestar de su país a un posible costo político y personal. Desafortunadamente, este gobierno se ha visto rebasado por el momento, mismo que la historia recordará por haber abandonado a 100,000 personas inocentes que pudieron ser salvadas si se hubiera actuado de manera distinta.

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Nota del editor: El autor es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad De Las Américas Puebla y es investigador en temas de migración internacional y asuntos coyunturales por el estado de Puebla.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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