El 3 de noviembre se comprobó que la realidad era muy distinta. Las diferencias de voto popular entre ambos candidatos resultaron mínimas. Tanto, que pasaron varios días en vilo esperando resultados de muchos estados clave, en donde la ventaja fue cortísima.
Esa realidad también se reflejó en las cámaras del Congreso. Los demócratas no lograron mayoría en el Senado a pesar de que muchas encuestas decían que sí. Y apenas mantuvieron mayoría simple en la Cámara de Representantes, perdiendo incluso algunos escaños.
Muchos creyeron que con las tensiones raciales exacerbadas en el verano, las protestas sociales, los estragos de la pandemia, e incluso el contagio de Trump con COVID serían la estocada mortal. No entendieron que esos sucesos reforzaban y reanimaban a la base social trumpista.
Y, lamentablemente, los demócratas no supieron leer esa tensión social tan evidente y se confiaron en sus campañas a los diferentes cargos de elección popular, que se basaron en la confrontación y en minimizar al trumpismo.
Hoy que, afortunadamente, se aclaró la eventual victoria de Biden, EU está ante un dilema fundamental: darle la vuelta a la página y seguir como si nada hubiera pasado, o ahora sí entrar en una reflexión profunda que permita detonar un proceso de reconciliación y cohesión social.
El discurso de victoria de Biden el sábado es quizá el primer buen discurso que se le ha escuchado. Enérgico y contundente llamando a la unidad, a hacer las paces, a trabajar juntos y a zanjar las diferencias. Un discurso maduro y positivo que hubiera servido mucho durante la campaña.
Será fundamental que Biden, efectivamente, emprenda una estrategia integral de recomposición social si quiere tener viabilidad en su administración, y si busca fortalecer a los demócratas para las intermedias, que no se prevén sencillas en lo absoluto.
Para México, esta elección debe hacer pensar a todos los actores políticos de cara a 2021 sobre el difícil entorno social que vivimos, la polarización, y la falta de madurez y sensatez que hoy los caracteriza. Ni los evidentes errores presidenciales significan menos apoyo social, ni la oposición está actuando distinto al presidente. Aprendamos la lección y empecemos a actuar por el país.
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