Con esta carta, no solo se justificaba el discurso xenofóbico que se ha utilizado por años para deshumanizar a millones de mexicanos, sino que aplaudía la narrativa demagógica que Trump utiliza contra sus contrapartes demócratas. En palabras de Jesus Seade, subsecretario para América del Norte y excandidato a presidir la Organización Mundial del Comercio. El funcionario mexicano les tachó de ser el enemigo del pueblo, de politizar el T-MEC al ser obstruccionistas, corruptos y de tratar, injustificadamente, de la peor manera al presidente Trump.
La 4T se ha dedicado a darle diversas victorias políticas a Trump en cada momento que lo ha necesitado. En temas migratorios, el gobierno mexicano ha impulsado y ejecutado políticas punitivas en favor del Partido Republicano. Imágenes de la Guardia Nacional somemtiendo y brutalizando a caravanas migrantes en la frontera sur, o la implementación del polémico programa “Remain in México” ejemplifican esto, donde se han violentando derechos humanos de miles de personas y no se ha respetando las obligaciones del Estado mexicano respecto al Pacto Mundial sobre refugiados y la Declaración de Nueva York. Desatando el enojo de distintos niveles del Partido Demócrata, principalmente de congresistas del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes y del Caucus Hispano.
Todo esto mientras el secretario de Relaciones Exteriores posaba para fotorafías oficiales en una reunión, no hecha pública por parte de México, con la mano derecha de Trump en el departamento de Justicia, el Fiscal General William Barr.
Deliberadamente, la 4T ha decidido convertirse en el mejor aliado del Partido Republicano en los últimos años al continuar profesando la narrativa del gobierno de Peña Nieto al hacernos creer que el mejor escenario para México era bajo el yugo de Trump. Pretendiendo que los insultos y la discriminación contra nuestros paisanos no existe. Olvidándose de las separaciones familiares, el encierro de niños migrantes en jaulas y de todo el dolor que 37 millones de mexicanos en Estados Unidos tienen que sufrir por las políticas de odio de Trump, anteponiendo intereses de altos funcionarios y la agenda política del presidente antes que el porvenir de la relación bilateral y el futuro democrático de la región.