Nada de esto implica idealizar a Joe Biden, que es, como todos, un político. Pero sí sugiere algo fundamental, una encrucijada que va más allá de la política e involucra más bien al destino.
Si gana Trump, el mundo tendrá que lidiar con un Estados Unidos polarizado, radicalizado e inestable, con un presidente sin riendas que, tras ganar la reelección, actuará todavía con menor recato.
Si gana Biden, quizá quede un resquicio para recuperar la cordura y, sí, la decencia elemental en el ejercicio del poder. Lo dicho: está en juego el alma de Estados Unidos
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