La comedia de errores ha sido extraordinariamente destructiva. La terminación unilateral de contratos para gasoductos, la construcción de la refinería de Dos Bocas, la modificación del aeropuerto de Santa Lucía, el proyecto del Tren Maya, la no rifa del avión presidencial, la destrucción del Seguro Popular, la suspensión de casi todas las actividades de la industria de construcción, la cancelación de las rondas petroleras, el retorno al uso de combustóleo y carbón para generación de electricidad y la no ejecución de proyectos de energía renovable. Por si todo esto no fuera suficiente, ahora en forma inverosímil se desataron con la puesta en marcha este fin de semana pasado de una "consulta popular" ilegal e improcedente para decidir si se sigue construyendo o no una planta cervecera en Mexicali. Este último evento puso el clavo final en el ataúd de un posible desarrollo económico para México.
En un acto irresponsable de demagogia, ahora quedará ver si el gobierno federal es tan estúpido como para lesionar la confianza de inversión en el país y hacer de este episodio uno que se inscriba en la historia como el momento en que México dejó de ser un destino confiable para inversiones. La sola realización de la encuesta ha sido un despropósito total, darle efectos es suicida. Hacerlo en el contexto de una recesión y crisis mundial en que al país lo que le urge es generar trabajos es demencial. Pero al parecer ese es el tipo de gobierno de la 4T y de quien la encabeza. Cuando pensamos que no podíamos caer más bajo, nos demuestran que siempre es posible estar peor. Vaya tobogán en el que estamos, y por lo visto seguiremos cayendo.
Si cuando EUA tenía un crecimiento económico sostenido el gobierno en México no pudo hermanar el desempeño, y de paso aprovechar la coyuntura del distanciamiento entre EUA y China para tomar el lugar de éste último en la cadena de suministro, ahora el escenario simplemente apunta a una situación de imposible solución. Ante una pandemia declarada, y la negación a atender las recomendaciones y experiencias de otros países, el deterioro en los indicadores del país son tan graves que el laberinto en que AMLO ha metido al país no admite una cómoda solución. La tormenta perfecta está en la recesión mundial generalizada, un tipo de cambio que ya tocó los $25 pesos y puede ir aún más arriba, el barril del petróleo que ronda los $18 dólares y puede bajar aún más, y por supuesto una inversión privada que no arriesgará recursos con un gobierno errático e impredecible (que entre otras cosas somete a encuestas patito los grandes proyectos de infraestructura y de desarrollo industrial del país).
Recomendamos: AMLO agradece a Trump no cerrar su frontera con México por coronavirus
La gran pregunta es cómo se pudieron haber cometido, y se siguen cometiendo, tantos errores y no enmendar la ruta. La explicación es múltiple, pero se puede centrar en dos fenómenos entrelazados entre sí, una enorme soberbia de parte del presidente que invade en su toma de decisiones prácticamente todas las áreas de gobierno (aún las de carácter técnico) y, por la otra, la ausencia de un equipo capaz que permita reconocer los mejores ingredientes y datos duros al momento de tomar decisiones. El propio titular del Ejecutivo ha dicho que sus colaboradores se escogen bajo la premisa de ser 90% honestos y 10% confiables. Lo anterior quiere decir que el presidente asume la responsabilidad de designar a personas de su confianza en puestos claves, y sostenerlos en los mismos a pesar de que no gocen de la preparación o experiencia necesaria para tales efectos.
Ese es el enorme precio que ha decidido pagar AMLO en su entorno. Tener incondicionales que no lo cuestionen ni asesoren. Un grupo de “yes persons” cuya única tarea es la de ser sumisos y abyectos en todas sus tareas, y llevarle la corriente en todo lo que se le ocurra hacer o decir, incluyendo en el diario espectáculo mediático matutino. Al no tener en lo general personas que gocen de la sabiduría y experiencia respectivas, el presidente tiene que incursionar en tantos temas, con tanta frecuencia, y con tal improvisación, que los resultados adversos son ya cosa común y reiterativa.