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#ColumnaInvitada |Un 90% impericia y 10% caprichos

Los indicadores del país son tan graves que el laberinto en que AMLO ha metido al país no admite una cómoda solución.
lun 23 marzo 2020 06:35 AM
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Juan Francisco Torres Landa R. es miembro del Comité Directivo de UNE México.

La simulación ha acabado. Era imposible que la comisión de tantos errores no tuviera consecuencias. Si bien es cierto el populismo puede sostener la idea de que un país puede vivir de la esperanza de lograr beneficios por el simple hecho de pertenecer a un grupo social determinado, llega un momento en que las finanzas públicas no pueden soportar dicha anormalidad porque los recursos que se asignan para tales tareas vienen al final del día de un presupuesto. Y salvo que hubiera un endeudamiento excesivo, el soporte económico proviene de la recaudación y ésta a su vez, de la actividad económica productiva.

La erosión de los elementos de confianza y certidumbre provocaron desde el arranque de este sexenio una barrera imposible de sortear. La ilógica e insustentable decisión de cancelar la continuación de la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco vino a sellar la presente administración como una en la que la asignación de contratos licitados públicamente no se respetaría. Ahí empezó la debacle que, aunque la disciplina fiscal permitió no explotara antes, una serie de malas decisiones acumuladas vino a dinamitar las posibilidades de que el nuevo esquema de desarrollo económico tuviera alguna posibilidad de éxito.

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La comedia de errores ha sido extraordinariamente destructiva. La terminación unilateral de contratos para gasoductos, la construcción de la refinería de Dos Bocas, la modificación del aeropuerto de Santa Lucía, el proyecto del Tren Maya, la no rifa del avión presidencial, la destrucción del Seguro Popular, la suspensión de casi todas las actividades de la industria de construcción, la cancelación de las rondas petroleras, el retorno al uso de combustóleo y carbón para generación de electricidad y la no ejecución de proyectos de energía renovable. Por si todo esto no fuera suficiente, ahora en forma inverosímil se desataron con la puesta en marcha este fin de semana pasado de una "consulta popular" ilegal e improcedente para decidir si se sigue construyendo o no una planta cervecera en Mexicali. Este último evento puso el clavo final en el ataúd de un posible desarrollo económico para México.

En un acto irresponsable de demagogia, ahora quedará ver si el gobierno federal es tan estúpido como para lesionar la confianza de inversión en el país y hacer de este episodio uno que se inscriba en la historia como el momento en que México dejó de ser un destino confiable para inversiones. La sola realización de la encuesta ha sido un despropósito total, darle efectos es suicida. Hacerlo en el contexto de una recesión y crisis mundial en que al país lo que le urge es generar trabajos es demencial. Pero al parecer ese es el tipo de gobierno de la 4T y de quien la encabeza. Cuando pensamos que no podíamos caer más bajo, nos demuestran que siempre es posible estar peor. Vaya tobogán en el que estamos, y por lo visto seguiremos cayendo.

Si cuando EUA tenía un crecimiento económico sostenido el gobierno en México no pudo hermanar el desempeño, y de paso aprovechar la coyuntura del distanciamiento entre EUA y China para tomar el lugar de éste último en la cadena de suministro, ahora el escenario simplemente apunta a una situación de imposible solución. Ante una pandemia declarada, y la negación a atender las recomendaciones y experiencias de otros países, el deterioro en los indicadores del país son tan graves que el laberinto en que AMLO ha metido al país no admite una cómoda solución. La tormenta perfecta está en la recesión mundial generalizada, un tipo de cambio que ya tocó los $25 pesos y puede ir aún más arriba, el barril del petróleo que ronda los $18 dólares y puede bajar aún más, y por supuesto una inversión privada que no arriesgará recursos con un gobierno errático e impredecible (que entre otras cosas somete a encuestas patito los grandes proyectos de infraestructura y de desarrollo industrial del país).

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La gran pregunta es cómo se pudieron haber cometido, y se siguen cometiendo, tantos errores y no enmendar la ruta. La explicación es múltiple, pero se puede centrar en dos fenómenos entrelazados entre sí, una enorme soberbia de parte del presidente que invade en su toma de decisiones prácticamente todas las áreas de gobierno (aún las de carácter técnico) y, por la otra, la ausencia de un equipo capaz que permita reconocer los mejores ingredientes y datos duros al momento de tomar decisiones. El propio titular del Ejecutivo ha dicho que sus colaboradores se escogen bajo la premisa de ser 90% honestos y 10% confiables. Lo anterior quiere decir que el presidente asume la responsabilidad de designar a personas de su confianza en puestos claves, y sostenerlos en los mismos a pesar de que no gocen de la preparación o experiencia necesaria para tales efectos.

Ese es el enorme precio que ha decidido pagar AMLO en su entorno. Tener incondicionales que no lo cuestionen ni asesoren. Un grupo de “yes persons” cuya única tarea es la de ser sumisos y abyectos en todas sus tareas, y llevarle la corriente en todo lo que se le ocurra hacer o decir, incluyendo en el diario espectáculo mediático matutino. Al no tener en lo general personas que gocen de la sabiduría y experiencia respectivas, el presidente tiene que incursionar en tantos temas, con tanta frecuencia, y con tal improvisación, que los resultados adversos son ya cosa común y reiterativa.

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Hasta hace poco se podría uno imaginar que habían posibilidades de enmienda y corrección en las cuestiones que claramente han lesionado la marcha económica del país, y las posibilidades de que algo de lo que la 4T pretendía para vindicar los legítimos reclamos del electorado que los eligió tuvieran un buen resultado. Supongo que siempre se puede hacer algo, pero a estas alturas del partido, con el marcador como lo traen, con una trágica serie de errores en el manejo de los efectos de la pandemia del COVID-19 en México, y con un entorno económico mundial adverso del que ningún país parece poder librarse, el margen de maniobra se antoja realmente estrecho.

Pero somos optimistas y propositivos. Le proponemos al presidente abrir sus espacios a que participen reales expertos en las materias que hoy nos aquejan. Debe hacer un alto en el camino y reconocer que estar en campaña permanente y alejarse de los cánones económicos y técnicos es una estrategia de sumo riesgo, en particular cuando el país va a la deriva y sin rumbo fijo. Pero para hacer este cambio el presidente tendrá que reconocer errores, reponer el camino perdido, dejar atrás proyectos inservibles, suprimir inversiones inviables, y en general dar paso a un nuevo sistema de toma de decisiones y de prioridades.

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No conocemos a nadie que esté en desacuerdo con las premisas de agotar la corrupción en serio, de atacar las causas de la pobreza y la marginación, de generar crecimiento económico, de permitir que no haya nadie por encima de la ley ni nada fuera de la ley, de privilegiar la rendición de cuentas y la transparencia, y en general de avalar que sea el Estado de Derecho, la División de Poderes, y la Fortaleza Institucional los 3 arietes bajo los cuales se recomponga la muy maltrecha reputación nacional.

Citando al clásico: sí se puede. No obstante, para dicho viraje, AMLO tendría que mostrar una faceta hasta ahora no vista en su actuar, nobleza para reconocer fallas, y voluntad para tomar decisiones complejas rodeado de un equipo capaz y propositivo. Si ninguna de esas variables se puede lograr para que el Presidente logre un rescate en el futuro inmediato de México, mucho me temo que el impacto económico de la tormenta perfecta actual será de tal magnitud, que el sexenio se impactará irreversiblemente y su sueño de pasar como uno de los mejores Presidentes de México no solamente no se consolide, sino que sea el espectro opuesto el que llegue a materializarse.

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Por todo lo anterior el presidente habrá que cambiar para explicar que con una tónica como la que ha venido utilizando el mal desempeño no es cuestión de la mala suerte sino más bien de reconocer un 90% de impericia y un 10% de caprichos, para lograr así un 100% de malos resultados. Veamos si el presidente tiene capacidad de cambio y de rescatar su sexenio. De no hacerlo que la historia se lo reclame, y que no opte por radicalizarse para buscar chivos expiatorios.

Esa sería una salida pueril a un problema autoinfligido y que hoy requiere de un verdadero estadista, figura que hasta día de hoy no se ha apreciado en su forma de gobierno. Le sugerimos cambiar la tónica para el 90% sea de capacidad técnica y 10% de experiencia. Los resultados no pueden ser peores que los actuales, por lo que le deseamos una reflexión profunda y productiva. Que el país se lo demande. Espero no sea demasiado tarde, pero me queda claro que es su última oportunidad. Sin cambio él será responsable de sepultar sus aspiraciones a que la 4T sea algo más que una campaña electoral efímera sin futuro o apreciación alguna. Al tiempo.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es secretario general de México Unido Contra la Delincuencia y socio del despacho Hogan Lovells BSTL.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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Sociedad Andrés Manuel López Obrador Secretaría de Hacienda y Crédito Público Finanzas públicas Crisis económica

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