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De crisis y liderazgos

El presidente López Obrador sabe que está rebasado. Lo preocupante es que, en su desesperación, se está enconchando en lugar de hacer un alto en el camino y tomar decisiones para corregir el rumbo.
mar 17 marzo 2020 06:45 AM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas

Los momentos de crisis pueden sacar lo mejor o lo peor de las personas, dependiendo de cómo reaccione cada quien. En el caso de gobernantes, esto es aún más cierto y relevante.

Las crisis nos permiten medir la capacidad de liderar. Y hoy que en México estamos viviendo varias crisis a la vez, tanto externas como autoinfligidas, la 4T está quedando no sólo claramente rebasada, sino notoriamente reprobada.

Sorprende porque el Presidente tiene una increíble capacidad de leer los problemas sociales y aprovecharlos; pero ahora esa capacidad parece ser directamente proporcional a su inhabilidad de entender la magnitud de los problemas globales actuales y su impacto en México.

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En México, al menos los últimos años, los presidente no suelen manejar bien las crisis. A FCH le tocó H1N1, la crisis financiera internacional y, por supuesto, la crisis de seguridad. A EPN le tocaron los 43, la Casa Blanca, la devaluación, la baja en los precios del petróleo y también la seguridad.

Hoy, la irresponsabilidad con la que el presidente López Obrador está actuando solo se compara con la ineptitud de Fox, la soberbia de FCH y la displicencia de EPN. Pero todas juntas.

Al actual presidente le están tocando graves crisis. Los feminicidios, a los que sorprendentemente no ha sabido reaccionar desde la perspectiva social; el coronavirus, cuya estrategia es un desastre; mercados internacionales convulsos, que no entiende; y por supuesto seguridad, que va peor.

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Cada rato el presidente dice molesto “no nos comparen (con los anteriores)”, “no somos iguales” repite alterado. Pero en cuanto a manejo de crisis, señor presidente, la 4T está resultando exactamente igual. Incluso un poco peor en cuanto a las crisis sociales como las marchas feministas.

Y no, no son los mal llamados conservadores los que quieren descarrilar al actual gobierno. Es el propio presidente, el conservador mayor de México, quien está autodestruyendo su capacidad de gobernar ante su necedad y ceguera.

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Cualquier líder, ante el panorama internacional, trataría de minimizar lo más posible los errores internos que pusieran en riesgo la viabilidad del país. Aquí, en cambio, parece que se busca acumular errores, con altísimos costos para México.

Ya en este espacio se advirtió desde la época de Transición del grave riesgo que representaba la mal entendida austeridad en la Administración Pública Federal. Hoy estamos viendo sus consecuencias con la bajísima calidad de funcionarios que están tomando decisiones trascendentales.

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También se advirtió en este espacio desde el inicio del gobierno sobre el grave problema de tener tantos radicales en el gabinete. Hoy, es claro que esos radicales, activistas que no entienden de función pública ni de vocación de servicio, son quienes han ganado la partida a los moderados.

Y, como también aquí se comentó, esos moderados demuestran día con día que su soberbia y egocentrismo les impide trabajar en unidad para hacer frente a los radicales y el daño que hacen al país.

En medio de tantas crisis, y de la convulsión internacional, la prudencia no llega. Y no sólo no se detiene la consulta pública sobre la importante inversión de Constellation Brands en Mexicalli, sino que el propio presidente anuncia con bombo y platillo que será vinculante.

Claramente, como decíamos, el presidente no entiende las implicaciones de sus decisiones, y el altísimo riesgo de que empiecen a detenerse inversiones extranjeras multimillonarias por sus malas decisiones. Como ya está ocurriendo en varios sectores industriales afectados por los radicales.

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Lejos de reconocer el problema real que hoy atravesamos, y evidentemente desconocedor del escenario global, prefirió decir que tenemos “condiciones inmejorables para el crecimiento”. Como si los mercados recibieran sus discursos demagógicos igual que su base social.

Como cereza en el pastel, ante una pandemia que hoy nos amenaza, decide dejar al mando a un subsecretario conocido por sus errores en la pandemia de 2009, y más conocido aún por sus posturas anacrónicas radicales contra cualquier actividad económica.

Es claro que hoy el presidente, que no líder, sabe que está rebasado. Lo preocupante es que, en su desesperación, se está enconchando en lugar de hacer un alto en el camino y evaluar qué decisiones contundentes tomar para corregir el rumbo.

Su desesperación ha sido más que visible por ejemplo con las marchas feministas, así como en las declaraciones vagas y utópicas que ha hecho sobre el coronavirus y los mercados internacionales. De manera regular, su argumento único ahora es que los conservadores están en su contra.

Pero presidente, a más de un año de su gobierno, ni el estancamiento de la economía, ni la crisis de feminicidios, ni el coronavirus, ni la devaluación del peso, ni la baja de inversiones son estrategias neoliberales conservadores. Son consecuencias de las malas decisiones de la 4T.

Lo que más se le ha reconocido al presidente es su gran capacidad para comunicar, y su gran habilidad para entender los problemas sociales. Hoy, ambas, están en una crisis tan profunda como todas las que nos están aquejando en este momento.

El presidente está perdiendo el piso. Está saliendo de sus casillas. Eso es muy peligroso. Más cuando su zona de confort es el discurso activista y reaccionario, contrario a un jefe de Estado.

Muchos de quienes le dimos el beneficio de la duda en 2018, si bien sabíamos que no sería un gran presidente, sí esperábamos al menos actitudes y respuestas distintas. A año y medio de gobierno, parece cada día más lejano el tener un Ejecutivo Federal a la altura de la realidad actual el país.

Presidente, por favor, recapacite. No se trata de lucha de clases. Se trata del país. Es urgente que como jefe de Estado de tranquilidad y certidumbre a la población a través de un gobierno responsable que tome medidas y demuestre que tiene el control.

En las crisis se conoce a los verdaderos líderes. Aún está a tiempo de estar en esa categoría.

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