Del presidente López Obrador se podrán decir muchas cosas, pero jamás que no es un animal político. De hecho, en al menos las últimas dos décadas y media de la vida política mexicana, nadie ha sabido interpretar los tiempos y las inquietudes de la sociedad como él. Identificó antes que nadie el creciente hartazgo con la corrupción y supo adueñarse de esa bandera, que defendió con obstinación casi obsesiva. En cierto sentido, López Obrador supo esperar hasta que la realidad le dio la razón después del cochinero que dejó en el país Enrique peña Nieto. Pero nada hubiera sido posible sin el talento político de López Obrador.
#LaEstampa | López Obrador y el complot de la protesta feminista
En términos futbolísticos, el presidente pierde pocos balones. Para ganarle un partido, generalmente hay que saber pelearle la posesión de la pelota, y aún así no es fácil. De ahí que sea tan sorprendente la cadena de equivocaciones que ha cometido en función del justificado reclamo de las mujeres mexicanas, hartas de ser violentadas y vejadas.
Desde un punto de vista moral, es injustificable que el presidente les haya decidido escamotear su respaldo pleno. Pero desde un punto de vista político, es absolutamente incomprensible.
Recomendamos: El paro del 9 de marzo divide a diputadas de Morena
¿Cómo concluyó que declararle la guerra de manera tácita, y a veces explícita, al creciente colectivo de mujeres que han alzado la voz era una buena decisión, aunque solo fuera desde la perspectiva política, que es claramente la favorita del presidente? De tan inexplicable es casi sospechoso. La explicación más inocente es que hasta al mejor cazador se le va la liebre y el presidente no es infalible. Por alguna razón no ha logrado comprender el peso y alcance real de las protestas.
Pero hay una explicación más arriesgada y de consecuencias mucho peores. El poder tiende a aislar a quien lo ejerce, incluso a los más gregarios y confiados.
El presidente de México no es gregario ni confiado. Tiende a rodearse de un grupo de asesores cada vez más reducido y ha dicho, con toda claridad, que prefiere la lealtad a la capacidad. La batalla de López Obrador contra el movimiento feminista, y el eco que la actitud han hecho varios de sus sicofantes en el gobierno y fuera de él, revelan un aislamiento paranoico alarmante.
Lee también: ¿Qué se necesita para frenar la violencia contra las mujeres en México?
Que López Obrador insista en interpretar el grito de dolor y hartazgo de las mujeres mexicanas como una suerte de complot en su contra es una mala señal, y mucho más viniendo de un hombre que, objetivamente, ostenta prácticamente todo el poder en México. ¿Qué pasaría si de pronto surgiera una verdadera oposición que genuinamente trabajara por plantarle cara a Andrés Manuel López Obrador? ¿Estaríamos escuchando un día sí y otro también de supuestas conspiraciones golpistas en las conferencias mañaneras? ¿Convertiría el presidente al país en un nido de desconfianza, polarización y nervios perennemente crispados?
Por desgracia, a juzgar por lo que hemos visto en estos días frente al legítimo movimiento feminista, todo eso es posible.
____________________
Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.