Entre la desgracia y la negligencia
La salud mental es aún un estigma, una tarea que ningún gobierno, ya sea municipal, estatal o federal ha querido levantar como bandera. Una verdadera pena, pues el costo de una consulta psiquiátrica privada en México promedia entre los 500 y los 1.500 pesos, imposible para los más de 63 millones de pobres en el país. No se diga los medicamentos que pueden ir entre 6,000 y 40,000 pesos, según sea el problema que se radica en un cerebro que no tiene la suficiencia para salir adelante por si mismo, que no puede vencer la ansiedad, la depresión o las constantes llamadas a la muerte y al suicidio.
El gobierno mexicano ha destinado apenas el 1.8% de su presupuesto anual en salud a los problemas psiquiátricos, apenas 2,600 millones de pesos, de los cuales más del 80% se destinará al pago de nóminas y mantenimiento de los pocos centros de salud que atienden estos flagelos. Apenas el 20% restante se invierten en los pacientes y la investigación.
Se estima que uno de cada tres mexicanos sufren de algún trastorno mental en el país, pero esos números no tienen una base tan comprobable ya que la última Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica fue realizada en 2003 y desde entonces no ha existido presupuesto suficiente para realizar otra, ¡Casi 13 años sin información!
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Pareciera que a nadie le interesa saber la condición en la que se encuentran las millones de mentes en el país. Sin embargo, diariamente nos enteramos de nuevos eventos violentos como violaciones, feminicidios, ejecuciones, parricidios y un sinfín de escalofriantes historias sin que existan estrategias profesionales tanto de gobierno o de la sociedad civil para promover un verdadero análisis de las conductas violentas perpetradas por cerebros imperfectos, siempre será más fácil culpar a un videojuego, al narco o a la prostitución, o a lo que sea, mientras no se enfrente el problema desde la raíz, porque ¿quién se atrevería a representar una lucha que a nadie le interesa?