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La Estampa | Lo de Peña Nieto es el escaparate, la exhibición

Enrique Peña Nieto se exhibe bailando, divirtiéndose, paseándose con su nuevo amor como un adolescente adinerado; en una fiesta, en pleno baile, feliz y coqueto, analiza León Krauze.
lun 26 agosto 2019 06:00 AM
Peña Nieto en Bruselas.jpeg
Viajero. El presidente fue captado de vacaciones en Bruselas.

Enrique Peña Nieto, el hombre que terminó su presidencia apenas rasguñando el 20% de aprobación se ha encargado, en los nueve meses desde que dejó el poder, de confirmar todas las críticas a su frivolidad.

Para nadie es una sorpresa que, más allá del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, México atraviesa por dificultades. La violencia en el país no cesa. México está en medio de una crisis migratoria sin precedentes. La economía no camina. Las cosas no están bien, pero para el legado del gobierno anterior están peor. Las reformas peñanietistas no existen más, desmanteladas por sistema. La lista de nombres cercanos a Peña Nieto hundidos en el desprestigio crece cada día.

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¿Cómo ha decidido responder el expresidente? Bailando. Divirtiéndose. Paseándose con su nuevo amor como un adolescente adinerado. Ahí está Peña feliz en una fiesta, en pleno baile, feliz y coqueto. Ahí está Peña de guayabera en una boda, departiendo entre carcajadas, como si nada. Ahí está Peña sonriendo, dejándose acariciar la cara en Instagram, con un bonito saco azul. Peña Nieto está feliz.

Y no está en México: anda por el mundo. Ahí está en España, paseando por Madrid y Andalucía. Ahí está Peña en Bruselas, tomado de la mano, pidiéndole a alguien en una plaza que le tome una foto con la novia, que lleva una tiara de flores, como una princesa.

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Es un turista rico más que posa, de sonrisa en sonrisa, para la foto del recuerdo. ¿Por qué lo hace? No se le puede escapar la situación en el país. Peña Nieto sabe lo que pasa en México. Sigue pendiente. ¿Por qué lo hace entonces? ¿Por qué el alarde y la indiferencia?

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Por lo que sea, se equivoca. No se trata de que desaparezca. Pedirles a los expresidentes de México que se esfumen, que se impongan un exilio absurdo o se queden en silencio siempre me ha parecido una insensatez.

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Tienen una vida que vivir, y es natural. Pero lo de Peña no es eso. Lo de Peña es el escaparate, la exhibición. Cada sonrisa envía un mensaje claro, algo parecido a una provocación. ¿Qué nos dice? Quizá que se siente intocable.

O quizá que, en el fondo, nunca le importó. Nunca entendió que no entendió. Ese parece ser el legado de Enrique Peña Nieto".


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