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No es tiempo de regateos ni de regodeos

El gobierno debe demostrar mucho mayor capacidad y liderazgo que el que se mostró en EU. El acuerdo logrado no es del todo benéfico para México, de esto reflexiona Don Porfirio Salinas.
lun 10 junio 2019 05:00 AM

CIUDAD DE MÉXICO (Expansión Política).- El viernes pasado esquivamos la bala de Donald Trump con su amenaza de aranceles a México. El sábado, el Presidente López Obrador realizó un evento multitudinario en Tijuana para celebrar, aunque originalmente era para manifestarse contra la medida.

La última semana y media estuvo llena de tensiones a partir del anuncio de Trump de imponer tarifas hoy 10 de junio, justo cuando parecía que el TMEC avanzaba. Se cuestionaron los métodos de negociación, así como las posturas del gobierno mexicano.

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Cuando el Presidente convocó al evento de Tijuana, muchos críticos y opositores mostraron su rechazo. Argumentaron populismo, y dijeron que de nada serviría hacer un acto así. Demandaron que el Presidente tomara medidas concretas y no que hiciera mítines.

La reacción negativa, lamentablemente, mostraba más un afán de oponerse a cualquier medida del Presidente. Un afán de sacar beneficio político. Pero en un momento en el que se necesitaba unidad nacional, en el que se debía mostrar solidaridad ante un enemigo externo.

La oposición y los críticos debieron calcular que oponerse a un evento así, convocado de la manera en que se hizo, era mezquino. Puede no ser la mejor decisión en términos de la negociación bilateral, pero el mensaje social era importante. Y los críticos prefirieron denostarlo.

El difícil proceso de negociación ya estaba en marcha. La delegación gubernamental ya estaba en EUA. El evento era para generar un ambiente interno de unidad y apoyo a la negociación. De hacer sentir a la gente partícipe. Y de mandar un mensaje social al vecino del norte.

Por supuesto que no era un acto determinante en el resultado de la negociación. Por supuesto que, de salir bien, el acto beneficiaría al gobierno. Pero lo que olvidaron los críticos fue el cariz social del evento, así como el liderazgo natural del Presidente.

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Afortunadamente, muchas voces fueron más cautas, y asistieron al evento personajes distintos a la nomenclatura Lopezobradorista, lo cual fue una buena señal de unidad. Quienes decidieron faltar, seguramente después verán las consecuencias sociales.

Lo que sí era necesario es señalar que el evento no resolvía el problema. Que el gobierno debe demostrar mucho mayor capacidad y liderazgo que el que se mostró en EU. El acuerdo logrado no es del todo benéfico para México.

Claramente, el equipo negociador no está preparado para abordar procesos de esta envergadura. Se notó la desesperación, así como la falta de colmillo. Si bien lograron mantenerse en la negociación, faltó contundencia.

Claro que es un gran logro haber evitado la imposición de los aranceles progresivos a partir de hoy lunes. Por supuesto que el daño económico hubiera sido inmediato e incalculable. Es loable que se lograra posponer esta ridícula medida.

Pero el acuerdo alcanzado deja a México muy vulnerable. No sólo no se desactivó por completo la amenaza de los aranceles. Se aceptó, además, de manera tácita, lo que tanto hemos tratado de evitar: ser un tercer país seguro de EU.

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Tal vez no había muchas opciones ante la amenaza comercial y sus consecuencias económicas, pero se aceptó demasiado a cambio de sólo posponerlas, y no desactivarlas por completo.

Si bien México dio demasiadas concesiones, por primera vez en mucho tiempo se habla de la urgencia de corregir la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades como raíces que son del fenómeno migratorio.

En la declaración conjunta se menciona la aceptación de EU de colaborar con el plan elaborado por la CEPAL para el sur sureste mexicano y para Centroamérica, incluso comprometiendo recursos. Si bien, este acuerdo ya se había planteado, ahora queda plasmado en un documento formal.

Se logra dejar en claro también que no es con restricciones económicas y comerciales como se combate la migración. Y que ese tipo de medidas sólo profundizan las causas de quienes deciden dejar sus lugares de origen.

Claramente, la amenaza arancelaria obedeció más a razones de política interna de EUA y los pleitos del Presidente Trump con Nancy Pelosi y los demócratas, pero al menos ponen de manifiesto un problema social real y urgente.

El problema migratorio no es exclusivo de nuestros países, ni siquiera de nuestra región; es un fenómeno mundial que va en ascenso. No podemos extraernos de esta realidad; menos cuando ha crecido tanto en nuestras fronteras los últimos dos años.

Por eso, en Norteamérica, debemos trabajar juntos como región para atender los rezagos históricos que nos han llevado a este punto. La prosperidad que logró el TLCAN en algunas regiones, hoy con el TMEC debe expandirse a las zonas más marginadas para sacarlas del subdesarrollo.

No son tiempos de división, ni entre nuestros países, ni mucho menos al interior de México. Hoy más que nunca debemos trabajar unidos. Los retos que enfrentamos son globales, y sólo en colaboración lograremos abordarlos.

Este episodio de crisis recién vivido, no se irá pronto. Debemos aprender a vivir con este tipo de amenazas latentes. Podremos estar en desacuerdo con muchas cosas del gobierno; razones hay de sobra. Pero no debemos regatear nuestro apoyo en este tipo de momentos.

Y tampoco el gobierno debe regodearse. Fue un error la declaración en Tijuana del Canciller de que salimos con la dignidad intacta. Nada más lejos de la realidad. Sí, esquivamos una bala, pero el golpe para México fue muy duro. Esperemos que el gobierno aprenda de este episodio y madure más.

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