LOS ÁNGELES, California (Expansión Política).- Hace casi cuatro años, cuando lanzó su improbable campaña por la presidencia de Estados Unidos, a Donald Trump le tomó un minuto y medio comenzar a agredir a México. La mayoría pensó que aquel súbito ataque sería solo un exabrupto, parte de la coreografía de un hombre que, en el fondo, no quería la presidencia sino animar su relevancia mediática.
La mayoría se equivocó. Desde el verano del 2015, Trump no ha parado de golpear a México y a los mexicanos a ambos lados de la frontera. El nativismo de Trump alcanza para denigrar a muchos otros, claro, pero nadie parece irritarlo más que México.