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#VocesADN | María y la crisis de liderazgos

La partida de María de los Ángeles Moreno significa no sólo la pérdida de una de las figuras más connotadas del PRI sino la pérdida paulatina de liderazgos reales, escribe Don Porfirio Salinas.
lun 29 abril 2019 07:32 AM
María de los Ángeles Moreno
Liderazgo. María de los Ángeles Moreno fue ejemplo para mujeres y hombres, en una época en que la política sólo era para hombres, escribe Don Porfirio Salinas.

Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al Peñismo, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

CIUDAD DE MÉXICO (ADNPolítico).-María de los Ángeles Moreno, María, MAMU, falleció el pasado sábado. Su partida significa no sólo la pérdida de una de las figuras más connotadas del PRI y de la política nacional, sino la pérdida paulatina de liderazgos reales, en la época de peor crisis de liderazgos en México.

María fue ejemplo para mujeres y hombres, en una época en que la política sólo era para hombres. Por supuesto, como cualquier personaje de esa talla, no estuvo exenta de polémicas y detractores, pero sus contribuciones políticas pudieron más que cualquier cuestionamiento.

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Tuvo una amplia carrera legislativa. Fue diputada local y federal, coordinadora parlamentaria y presidenta de la Gran Comisión, senadora en dos ocasiones, única mujer en presidir el Senado de la República.

También tuvo una exitosa carrera como funcionaria pública, llegando a subsecretaria y secretaria de Estado; siendo una de las dos mujeres en llegar a este nivel en el gobierno de Carlos Salinas. Y en el partido, después de una gran trayectoria, fue la primera mujer en presidir el PRI nacional.

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Irónicamente, hoy el PRI es dirigido también por una mujer. Lamentablemente, Claudia Ruiz Massieu representa todo lo contrario a María, y encabeza una de las peores dirigencias que ha tenido el partido, sólo después de la de Enrique Ochoa y tal vez Roberto Madrazo.

María es una de las principales representantes de una camada de mujeres emblemáticas de la política mexicana, que lograron lo que incluso muchos hombres no pudieron. Mujeres como Beatriz Paredes, Silvia Hernández o Rosario Green en el PRI; la maestra Ifigenia Martínez, aunque un poco mayor, o Patricia Olamendi en la izquierda; o Doña Elenita Álvarez del PAN.

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Como economista y como política fue de ese grupo de personajes formadores de generaciones, de cuadros partidistas y de funcionarios públicos. De ese tipo de políticos priistas o preocupados por preparar gente, que hoy parece ya no haber ni en el PRI ni en otros partidos.

Curiosamente, hoy que tenemos al mayor número de mujeres participando en la política, es cuando menos líderes mujeres vemos en la política. Al parece ya no hay esa escuela, hoy la política se ve de manera mucho más superficial; únicamente el acceso al poder, sin tener claro qué hacer con él.

De esa camada de políticos completos y modernizadores que nunca perdieron ni las formas ni los protocolos, lamentablemente son pocos los que se mantienen vigentes y activos; y de las nuevas generaciones actuales ninguno ha logrado esos niveles de liderazgo.

María tuvo tal trayectoria y estatura política, que ante su fallecimiento la propia 4T ha manifestado su respeto y admiración. El presidente la describió como una política liberal y progresista. Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena, la refirió como incansable luchadora por la vida y la justicia.

La secretaria Sánchez Cordero la llamó mexicana de excepción, con altura de miras. El senador Ricardo Monreal la calificó servidora pública comprometida por el país. Y tanto Martí Batres como Mario Delgado expresaron sus condolencias.

Durante el sexenio peñista, el peor periodo no sólo para el PRI sino para el país, María se mantuvo crítica ante el gobierno y sus acciones. Esto le generó marginación del grupo en el poder. Pero para ella su congruencia era más importante.

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Señaló de manera clara y pública su inconformidad ante la imposición de Enrique Ochoa como presidente del PRI, el peor presidente que hemos tenido. Y también expresó su insatisfacción con la candidatura de José Antonio Meade, que nos llevó al nivel histórico más bajo de votación.

María de los Ángeles Moreno deja un importante vacío, cuando la política del país está más desubicada. Hoy es cuando más necesitamos personajes institucionales y comprometidos, con verdadera vocación política y de servicio público.

Parafraseando a un buen amigo de derecha, María es de esa última generación de líderes que se preocuparon por transformar el hacer político. Hoy, las nuevas generaciones políticas no han entendido ni cómo ni para qué se hace política.

El supuesto cambio generacional de los últimos quince años nos llevó a las peores épocas del país. Personajes como Enrique Peña, Rodrigo Medina, Javier Duarte, Aurelio Nuño o Ricardo Anaya, todos jóvenes de edad, resultaron más viejos de pensamiento.

Esa nueva camada se enfocó más en ver cómo sacaban beneficio personal de sus cargos, que en cómo generar un impacto positivo para el país a través de esos cargos. Eso nos sumió en la peor crisis social, de corrupción y de violencia que hoy atravesamos.

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En el entorno actual de partidos desvanecidos ante su distanciamiento con la sociedad, de una oposición completamente desdibujada, y de un gobierno carente de toda brújula, a México le urge volver a generar verdaderos liderazgos políticos que ayuden a reconducir al país, a corregir el rumbo.

Esta reconstrucción de liderazgos sólo será posible si más políticos experimentados, como María, vuelven al ruedo, a reivindicar la actividad política, a recuperar la vocación pública, a reconducir una visión de país, y ahora sí, a guiar el cambio generacional preparando a los líderes del futuro.

Descansa en paz María de los Ángeles Moreno, sabedora de tu legado, que ojalá sepamos honrar.

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