#VocesADN | Latinoamérica convulsa, sin liderazgo y sin México
Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al Peñismo, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
CIUDAD DE MÉXICO (ADNPolítico).- La noticia del suicidio del expresidente peruano Alan García la semana pasada impactó a toda la región. Más aún por darse previo a su detención por presuntos actos de corrupción relacionados con Odebrecht, la empresa emblema de este cáncer en América Latina.
Poco se difundió que ese mismo día, en la madrugada, Pedro Pablo Kuczynski fue ingresado de emergencia al hospital. Kuczynski, otro expresidente peruano, renunció hace poco más de un año al cargo ante señalamientos de corrupción con Odebrecht, y fue apresado hace unas semanas.
Lo que vemos en Perú, es sintomático de toda la región. Estamos en una etapa de gran inestabilidad política, social y económica, y de corrupción rapaz en izquierdas y derechas. Un nivel de incertidumbre que hace tiempo no veíamos de manera tan generalizada en América Latina.
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Argentina está viviendo una etapa de gran volatilidad económica que el gobierno de Macri no ha logrado controlar. Una crisis heredada del Kirchnerismo que ha causado estragos, combinada con una incapacidad del gobierno actual de comunicarse con la población.
Vemos en Brasil una de las etapas de mayor incertidumbre social ante el estrepitoso ascenso de Bolsonaro, con una agenda de ultraderecha que pone en riesgo una sociedad de libertades y derechos; pero que fue posible ante los excesos y errores de los gobiernos anteriores de izquierda.
Colombia sigue inmersa en una marcada división generada por las pugnas políticas en torno a los procesos de paz que tanto urgen al país. Un encono que el gobierno de Duque ha sido incapaz de controlar; que vulnera la estabilidad social y que comienza a crear problemas económicos.
Aunque mucho más estable que sus vecinos, Chile no logra resolver los problemas políticos y sociales que caracterizaron la última gestión de Bachelet, y que hicieron posible que Piñera regresara de manera contundente con su movimiento empresarial de derecha.
Ni qué decir de Venezuela, sumida en un régimen cada vez más autoritario, en gran parte gracias a una oposición individualista y fallida que apenas ahora logra una figura de relativa unidad, pero es aún incapaz de articular acciones, buscando alianzas tan riesgosas como lo que hoy viven.
Centroamérica sigue fiel a su tradición violenta, llena de cacicazgos y sumida en la pobreza. Con serios problemas democráticos en países como Nicaragua con Ortega, o en el El Salvador. Solo Panamá y Costa Rica mantienen ciertos niveles de estabilidad.
América Latina poco a poco se ha ido desgastando y desdibujando, hasta llegar hoy a ser la región líder en indicadores poco presumibles. Es la región del mundo con los mayores índices de desigualdad y con las mayores tasas de violencia"
En este entorno, lo más preocupante es que no existen liderazgos que permitan dar esperanza. Ningún país de la región está hoy en condiciones suficientes de estabilidad interna para tomar la batuta, ni siquiera México o Brasil, que en muchos momentos fueron los fieles de la balanza.
Brasil en su momento fue un factor de liderazgo económico, así como de avance en banderas sociales importantes, particularmente al principio de su etapa de gobiernos de izquierda después de la dictadura militar.
Colombia dio un gran ejemplo de recomposición social y de participación ciudadana desde los noventa, para comenzar a salir de décadas de terror por el conflicto armado. Además de, junto con Perú, ser uno de los países con mayores tasas sostenidas de crecimiento a principios del siglo XXI.
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Durante décadas, México fue un faro de luz para América Latina, particularmente en la Guerra Fría. Fue el único país que mantuvo estabilidad política, económica y social cuando el resto estaban inmersos en dictaduras, golpes de estado, guerrillas o guerras civiles.
Fue también el mediador de muchos de los principales conflictos armados de la región; además de ser el factor de equilibrio entre los intereses contrapuestos de la URSS y de Estados Unidos. Y ayudó a generar instituciones y partidos políticos que impulsaran una cierta unidad.
Ya en los noventa México impulsó, junto con Argentina y Chile, importantes reformas económicas en la región que ayudaron a insertarse en la globalización y a modernizar a nuestras economías.
Lamentablemente, México lleva al menos 20 años perdiendo de manera preocupante su liderazgo en la región, tanto con gobiernos del PAN como del PRI; y hoy con la 4T. Nuestros problemas internos han impedido tener la estatura moral suficiente para liderar con el ejemplo.
El gobierno actual, aunque genera muchas expectativas en la región, sobre todo en los países con gobiernos de izquierda, no parece dimensionar la importancia de que México realmente sea un factor de estabilidad en América Latina"
El episodio con Venezuela nos debilitó de manera importante. No reconocer formalmente a Guaidó, pero impulsar un diálogo pudo ser un gran éxito. Sin embargo, no señalar los problemas del actual régimen, mantenernos en la ambigüedad y no saber negociar con otros países, nos sacó de la mesa.
Hoy el gobierno mexicano tiene una gran posibilidad de éxito, si realmente puede materializar el compromiso que logró con Estados Unidos para invertir juntos en Centroamérica para generar mayores oportunidades que permitan controlar el acentuado fenómeno migratorio.
América Latina está en una etapa crítica. Hoy las izquierdas de la región olvidaron su vocación democrática y social, y las derechas olvidaron que sin sociedad no hay economía.
Estamos muy lejos de Zapata, de Bolivar, del Ché, de Martí, de Allende, de Galán. Tenemos que volver a construir liderazgos políticos, sociales y económicos en la región, capaces de poner a dialogar a los principales países dejando de lado nuestras ideologías.
México puede ser un factor de cambio en la región y liderar la consolidación de los mecanismos de integración. Pero eso sólo será posible si el actual gobierno logra ponerse en orden, dejar de lado la confrontación y pasar de los dichos a los hechos, empezando por México.