OPINIÓN. El reto de Morena: ser un verdadero partido político
Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
CIUDAD DE MÉXICO, (ADNPolítico) - El 1 de julio hizo de Morena la nueva fuerza política nacional dominante. Además de la votación histórica con la que ganó la presidencia, es la primera vez desde el sistema hegemónico que un solo partido tiene la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados, y que como coalición quedan tan cerca de la mayoría calificada en ambas Cámaras.
Además, obtuvo la mayoría en al menos 17 Congresos estatales, y consiguió 5 gubernaturas, dos de ellas son la segunda y tercera principales entidades en tamaño poblacional. Todo esto es un logro nunca antes visto para un partido político con menos de cinco años de creación.
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Sin embargo, Morena se construyó como un movimiento alrededor de un personaje, para aglutinar a quienes estaban ya hartos del sistema de excesos, soberbia y abusos en el que vivimos, al menos, los últimos dos sexenios. Pero no se creó con una visión de institución partidista.
Los partidos políticos son instituciones básicas para cualquier sistema democrático. Son los que pueden, y deben, representar las muy diversas necesidades y demandas de la sociedad, y traducirlas en agendas y políticas públicas para atenderlas de manera efectiva.
Para que un partido funcione, necesita generar condiciones internas que permitan a sus simpatizantes y militantes tener un sentido de identidad, para así construir agendas y causas comunes que puedan impulsar y abanderar de manera conjunta.
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Ese sentido de identidad solo es posible cuando se tienen claros los principios y valores que rigen al instituto político, así como las estrategias, programas y acciones que se realizarán para promover de manera exitosa sus agendas, siempre en apego a esos principios y valores.
Un partido político sólido debe tener una visión de corto, mediano y largo plazo sobre su rol en el sistema democrático; una visión programática de lo que busca como país y cómo alcanzarlo; y cuál será su papel histórico y su legado dependiendo de su momento de creación.
Al PRI le correspondió ser el partido que diera orden al caos postrevolucionario; promover una reconciliación social después de las profundas divisiones; e implementar la recién creada Constitución con acciones concretas.
En una segunda etapa, le tocó instrumentar el tránsito pacífico y ordenado de gobiernos militares a gobiernos civiles, y asegurar la estabilidad política y social que le permitió a México ser, durante el Siglo XX, el único país en América Latina sin episodios de dictaduras, golpes o guerrillas.
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El PAN se creó como contrapeso ante el inicio de la instauración del sistema de partido hegemónico, para dar voz a los sectores sociales que en ese momento no eran incluidos, y pugnar por la apertura y consolidación democrática del país. Posteriormente, le tocó ser el primer partido en convertirse en gobierno, a nivel local y federal, rompiendo con el sistema hegemónico.
Hoy Morena, con los votos y el respaldo social que logró, tiene la obligación moral de dejar de ser un simple movimiento, y convertirse en un verdadero partido político, que esté a la altura del momento histórico en el que está llegando al Poder.
El nivel de desorganización que tienen es visible, no sólo a nivel nacional sino sobre todo a nivel local. Esto se da debido a la heterogeneidad con la que fue creado, al haber sido un proyecto coyuntural para un propósito muy específico: alcanzar la presidencia en 2018.
Por eso, Morena ahora debe decidir cuál quiere que sea su rol en la historia: ser simplemente el canal de López Obrador para alcanzar la presidencia, y desvanecerse; o ser el partido que realmente llegó a corregir y revitalizar el anquilosado sistema de partidos, para recuperar la gobernabilidad democrática de México.
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El reto no es menor. El presidente debe demostrar su talante democrático, y propiciar la construcción de un verdadero partido, institucionalizado y organizado. Un partido que no sea de un solo caudillo, sino que logre permanencia y vigencia aún faltando su fundador.
Morena debe demostrar que será capaz de no emular las profundas divisiones que caracterizan a los partidos de izquierda, y que han firmado su deceso. El PRD se creó gracias al registro del Partido Socialista, y a la unión de los partidos de izquierda de aquel entonces. Pero solo logró durar 30 años por sus pugnas internas. Morena usó como base al PRD, pero deberá romper con sus vicios.
Es importante que Morena adquiera personalidad propia, y que aprenda de las lecciones y errores y de los otros partidos políticos. Que aprenda de la capacidad de aglutinamiento y organización que le permitió al PRI durar ya 90 años. Que aprenda de la ciudadanización y congruencia que le permitió al PAN durar ya 80 años.
Pero sobre todo, que aprenda de los profundos errores de ambos partidos, que los llevaron hoy a la irrelevancia. El PRI traicionó sus ideales, permitiendo a Enrique Peña Nieto destruir todo lo que el partido por décadas construyó; y el PAN se traicionó a sí mismo una vez en el poder, replicando los vicios que tanto atacó, y que fueron justamente su razón de creación.
Hoy Morena debe demostrar que realmente busca fortalecer el sistema democrático y de partidos. Debe mostrar capacidad de diálogo con las fuerzas políticas, y con todos los sectores de la sociedad, y no solo usar su mayoría para imponer agendas propias, por válidas que puedan ser.
Morena debe evitar el principal error de PRI y PAN, y convertirse en un verdadero contrapeso a su presidente, apoyando en todo lo que tengan que apoyar, pero señalando errores y desmarcándose cuando se den malas prácticas, que no tardaremos mucho en ver.
El tiempo es valioso, y Morena ya no puede desperdiciarlo. Son muchos los problemas y los retos internos que ya se perciben. Deben trabajar pronto en solucionarlos y darle solidez a su partido. Deben generarse ya una visión propia de partido y de país, y construir agendas.
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Morena debe poner el ejemplo a los demás partidos políticos de lo que debe ser un partido del Siglo XXI, evidenciarnos en qué estuvimos mal, y demostrar que es capaz de evitar esos errores, empezando por solucionar sus divisiones internas, que pueden superar a cualquier caudillo.
Debe liderar la renovación del sistema de partidos; obligarnos con el ejemplo a los demás partidos a reconstruirnos, de la mano de la sociedad. Y debe demostrar que no es un simple apéndice del presidente, evitando replicar los vicios que tanto criticó, y que le permitieron ser hoy gobierno. ¿Estarán el Presidente y Morena a la altura del reto?
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