OPINIÓN: ‘El Chapulín Colorado’ y la cuarta transformación
Nota del editor: Rodrigo Galván de las Heras es maestro en Investigación de Mercados por Georgia Tech University y Maestro en Comunicación Integral por la Universidad Complutense de Madrid. Desde el año 2010 es director general de De las Heras Demotecnia, empresa pionera en estudios de opinión pública en materia político electoral en México. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
CIUDAD DE MÉXICO, (ADNPolítico) - Dieciocho años, dos presidentes panistas, uno priista, todo el país recorrido, 30 millones de votos y por fin Andrés Manuel López Obrador toma posesión como presidente de México, deseémosle suerte. Seguramente todo lo que resta del año hablaremos de esa toma de protesta, la más mediática, folclórica y concurrida que jamás hayamos visto, el país entero pendiente de lo que ocurría en todos los tipos de escenarios que recorrió nuestro ya presidente constitucional.
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Miles de símbolos regados por varios eventos que marcan lo que puede ser el estilo de comunicación de los próximos seis años. Sin embargo, yo no dejo de pensar en que forma es fondo y todo el día me pareció estar viendo uno de los mejores capítulos de aquel programa emblemático del Chapulín Colorado, sí el del personaje torpe que pretendía hacer una parodia de los grandes héroes pero a la mexicana. Por supuesto que no pretendo mofarme de lo que ocurrió este sábado pero sí quisiera narrar en este espacio como lo viví y/o lo imaginé:
Todo empezó algunas horas antes de dicha toma de protesta cuando navegaba en las redes y me encontré con un logotipo que parecía monografía de las que eran como estampitas y que vendían en las papelerías en los años 80, la nota decía que, eso, sería la imagen de nuestro próximo Gobierno. Rápidamente seguí buscando a ver en qué parte decía que eso era una “fake news” pero no, esa imagen con colores de libro vaquero es la identidad oficial por los próximos seis años.
En serio que no es un tema de gustos solamente, es algo mayor, es restarle importancia a miles de personajes que han forjado la historia de México, es ponerle caras a un país, es creer que ya eres el siguiente después de Cárdenas, es uniformar a tu gobierno con un traje rojo y amarillo con un corazón en el centro y con dos antenitas de vinil.
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El sábado de la coronación llegó, AMLO salía de su automóvil sedan para dirigirse al H. Congreso de la Unión y según iba caminando hacia tan sagrado recinto yo me imaginaba la entrada de aquel simpatiquísimo programa, más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón.
Tal vez una hora tardó en llegar al estrado pero lo logró y ahí Don Porfirio Muñoz Ledo le colocó la banda presidencial, así frente a los líderes del todo el mundo y los legisladores mexicanos empezaron los mensajes.
El primero fue claro “síganme los buenos” y mientras que con la mano derecha no dejaba de golpear a Enrique Peña Nieto con su chipote chillón, con la mano izquierda nos decía que no voltearía para atrás, que esto es un nuevo comienzo y que no perdería tiempo, dinero y esfuerzo persiguiendo a los que ya actuaron mal, invitó a todos a ver hacia delante.
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El segundo mensaje fue el de “tengo todos mis movimientos fríamente calculados”, nos recitó cada una de sus propuestas de campaña, las adornó, las agrandó y las cantó con tal seguridad que de verdad me hizo creer que a partir de hoy ya somos otro país, luego me acordé de cómo se llevó a cabo la “consulta popular” y se me quitó la ilusión.
Por último, el tercer mensaje “que no panda el cúnico” fue para los mercados, para los empresarios, para la banca y para el dólar. AMLO ante todo el mundo reafirmó que por el bien de todos primero los pobres, según lo que he leído fueron más lo que se quedaron nerviosos que los que se tranquilizaron y esperanzaron con este dicho.
La toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador y todo el show que le siguió se puede ver de dos maneras: La de aquellos que dicen que es un loco que se cree iluminado y que todo lo que ocurrió ese día es de vergüenza ajena; o la de quienes dicen que el tipo sabe y conoce a los mexicanos como nadie y es por eso que les habla en su idioma, en sus símbolos y en sus gustos.
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A final de cuentas el ‘Chapulín Colorado’ ha sido el programa más exitoso de la historia de este país dentro y fuera de sus fronteras, sin importar las formas, ese héroe con antenitas de vinil siempre logró vencer al mal y salvar a las víctimas.
La situación de nuestro país en estos momentos es justo en la que gritamos “Oh, y ahora ¿quién podrá defendernos?” Tal vez en el fondo nos merecemos un héroe a la mexicana, si es a propósito o no, que más da, si es estrategia o no, da lo mismo, lo que todos debemos entender es que si a nuestro Chapulín de Macuspana le va bien, a México también.
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