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OPINIÓN: El costoso letargo del PRI

El partido está obligado a tomar decisiones duras y rápidas para demostrar que está dispuesto a cambiar de tajo todo aquello que lo alejó de la sociedad, comenta Don Porfirio Salinas.
lun 27 agosto 2018 09:38 AM

Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al régimen actual, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

A casi dos meses de la debacle electoral, en el PRI se vive un letargo que parece cada día más profundo. En un evento por demás desangelado, y repleto de acarreados, el martes pasado se ratificó a Claudia Ruiz Massieu Salinas como Presidenta Nacional del partido, para terminar en agosto próximo el periodo para el que había sido elegido Manlio Fabio Beltrones en agosto de 2015.

Difícil entender una decisión así, realizada a las más puras usanzas impositivas, características de Peña Nieto, cuando lo que necesita el PRI es demostrar a la sociedad que ha entendido el duro mensaje de las urnas.

Si hay un partido que hoy vive el rechazo de la población es justamente el PRI. Esto lo obliga, como ya hemos platicado en este espacio, a tomar decisiones duras y rápidas para demostrar que está dispuesto a cambiar de tajo todo aquello que lo alejó de la sociedad.

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Este proceso de elección de presidenta ha sido el más desaseado desde que se hacían las designaciones directas durante el sistema hegemónico. Se violentaron las formas y los estatutos al ser la propia Ruiz Massieu quien, como presidenta interina por prelación tras la salida de René Juárez, firmó la convocatoria al Consejo Político Nacional que la habría de elegir a ella misma.

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Lo correcto hubiera sido, al menos para cubrir las formas, que se separara del cargo previo a la publicación de la convocatoria, que debió ser firmada por quien prelara como interino. Probablemente, ante la controversial e inesperada salida de Rubén Moreira de la Secretaría General, no supieron cómo actuar y precipitaron las cosas.

Adicionalmente, en un espectáculo mal orquestado, se decidió que el dirigente de la Red de Jóvenes le tomara la protesta. Pensaron que era una gran idea que mostraba modernidad, cuando ni siquiera al interior del partido tiene legitimidad el dirigente juvenil, nulificando así el mensaje hacia afuera.

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En un grave error protocolario, quien estuvo al centro de la mesa del presidium, y pegado a Ruiz Massieu una vez que asumió el cargo, fue Emilio Gamboa, el coordinador saliente de los Senadores priistas. Lo anterior es una señal preocupante de la fuerte y nociva influencia que ejercerá Gamboa, uno de los que más contribuyeron a la debacle del PRI, sobre Ruiz Massieu, su entrañable amiga.

El discurso de Ruiz Massieu no solo fue superficial y plagado de lugares comunes. Sus palabras estuvieron lejanas de la realidad actual y de lo que se debe mostrar tanto a la militancia como a la sociedad.

Inició reconociendo a Peña Nieto como el PPP (Primer Priista del País), en un entorno en el que ni al interior, ni en la ciudadanía se tiene una buena imagen de él. Y se dio el lujo de rematar su discurso refrendando nuevamente el apoyo total e irrestricto a Peña Nieto.

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Habló de una reforma de fondo y de formas en el partido. Pero el evento que ella misma organizó para ungirse como Presidenta violentó todas las formas y careció de cualquier fondo. Lo ejemplificó diciendo que “mi tarea es dirigir este esfuerzo”; por simple forma, un presidente nunca se ha asumido de manera mesiánica como la única persona responsable de conducir los destinos del partido. Suelen hablar en plural para incentivar a la militancia.

Ruiz Massieu dio señales claras de no entender la nula legitimidad que hoy tiene el PRI ante la sociedad y de que la prioridad debe ser tomar acciones creíbles para salir de su crisis.

Lejos de hablar de eso, discutió la importancia de que el PRI articule un gran frente opositor al gobierno entrante, un contrapeso responsable. Es política básica entender que, para ser una oposición real, primero hay que tener la legitimidad y el respaldo social que permitan ser un interlocutor válido con quien detente el gobierno.

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Dijo, contundente, que se retomará el liderazgo que el PRI alguna vez tuvo con partidos afines en otros países de la región y que se volverá a participar en los grandes debates globales. No pensó que para retomar ese liderazgo, y salir al escenario internacional, el PRI debe recuperar la calidad moral necesaria para ser un actor legítimo en esos ámbitos.

Ofreció ser una presidenta de diálogo abierto y no de despachos cerrados a la militancia. Curioso, ya que como secretaria de Relaciones Exteriores -una de las áreas que más protocolo requiere- lo primero que hizo a su llegada fue justamente remodelar las oficinas levantando paredes alrededor, de manera que nadie que no fuera de su entorno inmediato pudiera acercarse.

Aseguró que ya no se tolerarán en el partido a quienes incurran en actos de corrupción; sin embargo, nada mencionó sobre lo que hará el PRI ante casos como el de Rodrigo Medina, uno de los exgobernadores más emblemáticos de la corrupción del “nuevo PRI”, exonerado justo unos días antes gracias a los buenos oficios de sus amigos del actual régimen.

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Al PRI, como al PAN, hoy le urge una dirigencia que tenga legitimidad y prestigio tanto al interior como hacia afuera, con una clara consciencia y entendimiento de la realidad social que vivimos, con una visión sólida sobre lo que debe ser el sistema de partidos en México y con conocimiento real de cómo funciona el partido, así como de sus documentos básicos.

Claudia Ruiz Massieu no es esa persona. No ha vivido al partido. Ha tenido cargos relativamente menores, en los cuales se ha caracterizado por estar ausente y no tener contribuciones reales al PRI. Sus cargos de elección popular no han sido gracias a esfuerzos propios. Como funcionaria pública no ha dejado mayor huella que la de ser conocida como altanera y déspota en su trato.

Esta elección de Ruiz Massieu es un mensaje preocupante de desdén a la militancia y a la sociedad, en el peor momento de la historia del PRI. No podemos darnos el lujo de esperar al 30 de noviembre que se vaya Peña para empezar a actuar; puede ser demasiado tarde.

En el PRI parece que seguimos sin entender que no hemos entendido.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Voces

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