OPINIÓN: ¿Y el PAN a dónde irá?
Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al régimen actual, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(ADNPolítico) – En este espacio hemos hablado sobre la profunda crisis de partidos, y también sobre la importancia de que el PRI haga un proceso serio de refundación. En este mismo contexto, hoy el PAN atraviesa la peor crisis de su historia, reflejada en los malos resultados electorales del 1 de julio. Es urgente que haga un proceso de reconfiguración.
El PAN ha sido un partido fundamental en el proceso de apertura y consolidación democrática de México. Desde su fundación en 1939, mismo año en el que el PNR cambió a PRM (antecesores del PRI), se podría decir que es el único partido real de oposición constructiva que tuvo el régimen hegemónico. El PRD, que con solo 30 años ya va de salida, nació con tantos problemas internos que nunca pudo convertirse en oposición real.
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Las contribuciones del PAN, con los importantes liderazgos ideológicos y morales que tuvo, como Gómez Morín, Gómez Mont, Clouthier o Castillo Peraza, fueron cruciales para la construcción de un sistema democrático y de partidos en México. Fue este el partido que logró ganar espacios de elección popular de manera democrática al régimen hegemónico. Y fue el PAN el partido capaz de llegar a la Presidencia de la República después de 71 años ininterrumpidos del PRI.
Lamentablemente, fue precisamente su llegada al poder presidencial lo que detonó las divisiones y crisis internas que hoy lo han llevado a ser el segundo partido más repudiado, solo después del PRI; y a caer a mínimos históricos de representación en el Legislativo tanto a nivel federal como local, desdibujándolo como posible oposición contundente al nuevo sistema de Morena.
Con su logro histórico del año 2000, siendo Vicente Fox un candidato externo al panismo tradicional, el PAN no supo erigirse como partido en el gobierno, y prefirió emular las costumbres y prácticas del priismo, en lugar de instaurar una nueva manera de gobernar más cercana a lo que demandó la sociedad con su voto en contra del PRI.
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Ante la incapacidad de Fox para conducir atinadamente los rumbos y agendas del panismo, las pugnas entre los grupos internos no se hicieron esperar, comenzando una seria erosión del partido, que fue clara y evidente cuando, en la competencia sucesoria, Felipe Calderón le arrebata la candidatura presidencial para la elección de 2006.
Sin embargo, una vez en el poder Calderón inicia un proceso de cooptación del partido, y de marginación de grupos, empezando por quitar a Manuel Espino de la dirigencia a pesar del importante y notorio apoyo que le dio para ganar la elección presidencial.
Así, Calderón se enfrenta con los grupos tradicionales panistas, haciéndolos a un lado de manera contundente. Esto incluso le valió una suerte de desconocimiento por parte de su mentor, Don Carlos Castillo Peraza. En un afán por copiar lo que según él era el modelo de poder del priismo (malentendido), impone las dirigencias del PAN, llegando al grado de poner a César Nava como su presidente, quien no tenía el menor arraigo al interior.
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Además, comienzan a nivel local las alianzas contra natura e ideológicamente incompatibles del PAN con el PRD, con el único afán de arrebatar mayores espacios al PRI, sin importar la calidad de gobierno que de esas alianzas surgiera, y los excesos y escándalos que generaron.
Todo este proceso genera un debilitamiento tan importante al partido, que se repite la historia y Josefina Vázquez Mota gana la candidatura presidencial para 2012, quitándole la posibilidad a Calderón de imponer a Ernesto Cordero. El desgaste interno fue tan intenso que, aunado a los malos resultados de gobierno de esos 12 años, el PAN entrega la presidencia nuevamente al PRI.
Ante la debacle, se da una rebelión contra el calderonismo en la que Gustavo Madero le arrebata la dirigencia del partido. En este proceso, y buscando nuevos liderazgos, se construye la figura de Anaya como el joven que revertirá la mala imagen del PAN. Por un tiempo pareció funcionar, hasta que Anaya mostró su ambición. Al convertirse en presidente del PAN, traiciona a quienes lo impulsaron para tomar control total del partido.
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En su afán por ser candidato presidencial, de manera unilateral decide elevar a nivel federal la alianza con el PRD, negociando con la dirigencia históricamente más débil e ilegítima del perredismo, y sumando a Movimiento Ciudadano. Esto termina dinamitando al partido. Anaya pierde abrumadoramente en 2018, no solo la presidencia sino incontables cargos de elección, en parte por la incomprensible cesión de espacios y candidaturas que hizo al PRD y MC.
Este fin de semana el PAN realizó un Consejo Nacional para analizar resultados electorales, y para arrancar el proceso de renovación de su dirigencia nacional. Se escogió a Cecilia Romero, quien abiertamente jugó con Anaya este tiempo, para presidir la Comisión que dirigirá los trabajos para la elección de la nueva dirigencia, y que será instalada este martes.
El panismo tiene una decisión importante en la elección de esta nueva dirigencia. Para lograr un proceso de reconstrucción, la nueva dirigencia no podrá ser ni calderonista ni anayista, las dos corrientes que más han dañado al partido. Se requiere alguien plenamente legitimado al interior y respetado al exterior, que además entienda la nueva realidad social que vivimos en México.
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Ninguno de los bateadores pareciera dar el ancho. Está Marko Cortés, apéndice de Anaya; Roberto Gil, creación de Calderón; Moreno Valle, con sus propios escándalos; Ruffo, que ya es poco vigente; entre otros. Hoy que se necesita alguien capaz de liderar un proceso de autorreflexión, con la suficiente experiencia política para ser oposición responsable, y con la sensibilidad y sensatez necesarias para reconectar con la sociedad. Ojalá que en la baraja entre un perfil probado, como lo podrían ser un Larios o un Romero Hicks, que realmente tenga esa capacidad.
Sumido en su peor crisis histórica, en septiembre próximo el PAN cumplirá 80 años; en este contexto ¿el PAN quiere quedarse en la irrelevancia permanente, o tendrá el talante y la capacidad de reconstruirse como un partido sólido que vuelva a ser un fiel de la balanza en el sistema político?
El PAN, como el PRI, tiene la obligación moral de reconstruirse como opción política y de impulsar una modernización real del sistema de partidos. ¿Estará a la altura el panismo?
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