Después de tomar el taller de sensibilización el año pasado en el Castillo de Chapultepec, Alton Alvarado Chávez decidió aventurarse como voluntario en el Paseo a Ciegas , en donde ya suma cuatro experiencias en las que ha rodado con diferentes beneficiarios, algunos de los cuales le han sorprendido por su capacidad deportiva, pues algunos no solo practican la bici: también corren, nadan o hacen alguna otra actividad.
“La primera vez me tocó un beneficiario, su nombre era Alfredo, muy deportista, también nada. Él me empezó a contar todo lo que hacía; era mi primera vez como voluntario y él ya era un experimentado. Le decía: ´¡vamos a darle!´ y él me contestaba: ´¡Sí! ¿Estás seguro?´, y es ahí donde entra el orgullo", expresó. Confiesa que desde que se dedica al voluntariado, se quitó algunas ideas preconcebidas sobre las personas invidentes.
Para Luz, la experiencia es más que satisfactoria. “Me da mucha felicidad sentir el aire, saberme libre y que no me detenga un hoyo o una coladera abierta. En la bici no hay nada de eso, me siento muy libre”, compartió Luz María Valero Ramírez a Expansión. La mujer, de 57 años y próxima a casarse, detalla que fue diagnosticada con la enfermedad a los 49 años y medio. Después de tres meses de vivir con sus padres, decidió partir por su cuenta en la búsqueda de su independencia. Además, la escuela la ayudó mucho para realizar distintas labores, como el cocinar.
“...hoy en día manejo el celular, la computadora, cocino, lavo, todo lo que se hace en casa. Soy independiente en todo”. Sentada en un banco, y tomada de la mano de su prometido, detalla sus labores cotidianas.
Luz aprovecha para enviar un mensaje a las personas que, tras perder alguno de los sentidos, deciden enclaustrarse: lo más importante es buscar ser independientes, ya que las personas cuidadoras pueden llegar a cansarse de hacerles la mayoría de las cosas.

“Si no pueden cocinarse, al menos que se preparen un café, que se laven, que acomoden su ropa, todas esas cosas que son tan necesarias. A mí me han dicho: “¿podrías investigar esto? Yo digo: ´¡no!´ Yo te puedo investigar lo que me digas, hay cosas que no puedes, que se necesitan los ojos, y es ahí cuando pides ayuda, pero aun así trato de ser lo más independiente posible”. Voltea hacia donde está su pareja a quien le aprieta la mano. En su rostro hay una sonrisa.
La rodada o pedaleada se realiza en bicicletas tandem, en las que los voluntarios se aseguran de mantener siempre contacto, desde explicarles cómo subir hasta asegurarse de que toquen el asiento y el manubrio. Después, les explican que, a la cuenta de tres arrancan, para que sea al unísono y resulte más fácil el arranque.
“...yo creo que es maña que fuerza, los baches, a veces por avenida Insurgentes hay ramas, pero ya vas más tranquilo, manejas la bicicleta hasta con una mano. En la primera experiencia yo iba muy tenso, llegué adolorido de toda la espalda, ahorita ya no, esa es la diferencia entre la primera y la segunda experiencia como voluntario”, expresó Alton antes de dirigirse a otro beneficiario; tras dos intentos, logran arrancar desde la glorieta de la Diana Cazadora rumbo a la de la Palma, con todo y el calor intenso de mediodía.
Ataviado con casco, ropa deportiva y una estatura arriba del promedio, Alton asegura que tomar el taller de sensibilización en Paseo a Ciegas le ayudó a tener una mayor perspectiva acerca de las personas invidentes, pues aunque su mamá tiene una degeneración macular en el ojo, y le ha expresado que solo ve las orillas de las cosas, no completamente, fue hasta esta experiencia de cuatro horas, en condiciones de ceguera, que tuvo mayor empatía con ella.