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Las marchas deben seguir hasta que nos dejen de matar: Catalina Ruiz-Navarro

Los tipos feminismo, las luchas de las mujeres en América Latina y cuál es el lugar de los hombres en este movimiento es lo que Catalina Ruiz-Navarro nos cuenta en esta entrevista.
sáb 30 noviembre 2019 07:00 AM
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Catalina Ruiz-Navarro, feminista y periodista originaria de Colombia, reúne en su libro las historias de 11 heroínas.

Las protestas feministas en México están demostrando que "sí pueden importar más unas piedras inertes que nuestras vidas" y para erradicar eso se requiere de un cambio social de fondo y de que los gobiernos dejen de atacar solo los "síntomas", considera Catalina Ruiz-Navarro, feminista y periodista originaria de Colombia.

“Las marchas tienen que seguir hasta que nos dejen de matar, esto es absolutamente inaceptable; y creo que mientras les importan más las paredes, va a tocar rayar las paredes y tumbar las piedras, porque esto no puede seguir siendo así”, plantea Ruiz-Navarro en entrevista con Expansión Política con motivo de su libro “Las mujeres que luchan se encuentran. Manual de feminismo pop latinoamericano”, editado por Grijalbo.

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El texto de Catalina reúne las historias de 11 heroínas –entre ellas, Diana Sacayán (Argentina), las hermanas Mirabal (República Dominicana) y Violeta Parra (Chile)– ilustradas por Luisa Castellanos, también feminista colombiana. Su objetivo principal es que sea un punto de partida “para que cada una encuentre su camino en el feminismo que se pongan la camiseta y salgan a las calles y empiecen a decirse 'soy feminista'”.

Ruiz-Navarro señala que las marchas realizadas recientemente en México han sido criticadas porque comprenden acciones directas, pero matiza que en ellas se cobija un sentimiento de sororidad. “Yo estaba ahí, en primera fila de estos ‘vandalismos’ y nadie me puso un dedo encima, no me dieron ni un empujón, yo en ningún momento me sentí en peligro ni insegura”.

Conoce más: "¡Ni una más!": mujeres marchan contra la violencia de género

“Ahí estamos todas haciendo cosas distintas: yo estoy poniendo la cara y escribiendo, y ellas están encapuchadas destruyendo monumentos; estamos en dos esquinas muy distintas del movimiento, pero yo me siento que estamos en el mismo lugar”, comparte.

Esta es la entrevista:

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¿Cómo surge la idea de escribir este manual?

Me ha tocado explicar en todos los tonos, en todas las maneras y a todos los públicos en talleres, en prensa, en televisión, en radio, en internet, en todos los formatos que pueda, estas ideas del feminismo, y un poco el libro es eso: plantear todas esas cosas que yo he aprendido, sistematizar estos argumentos y darles un orden para poder ponerlos como un manual de consulta.

En el libro planteas hablar de feminismos, no solo de feminismo…

Uno dice “feminismo” como para referirse a una lucha general, para que haya justicia entre las personas. Pero los feminismos son importantes para que tengamos claro que estamos hablando desde distintos puntos de vista, porque las mujeres no somos una clase social, somos tan diversas, y esa diversidad obliga a que haya un montón de feminismos.

Por ejemplo, las mujeres urbanas blanco-mestizas hemos estado muy clavadas en el derecho a salir a trabajar, y nos parece que eso es un super logro en el movimiento feminista, pero las mujeres negras siempre han trabajado. Ahí tiene mucho más sentido luchar para que no las exploten, para tener garantías laborales, para descansar.

¿Hay algo de cierto en que las feministas odian a los hombres?

Eso es como una cosa muy infantil que usan los hombres porque es de “ay, me quieren, no me quieren”. Mira, mi vida, esto es sobre una lucha social y no se trata de ti, ni de si te quieren o no te quieren. Ahora, hay muchas mujeres que sí odian a los hombres con muy buenas razones: han sido víctimas de horribles injusticias, de tortura, de violencia, de violación, que han estado al borde del feminicidio y que no han encontrado en los hombres ningún sosiego ni protección ni seguridad ni tranquilidad ni amor, y tienen todo el derecho de odiarlos.

Sí hay feministas que odian a los hombres, hay feministas que no los odian, pero ese no es el punto y no es relevante”.

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¿Los hombres pueden ser feministas?

En teoría, sí, porque el feminismo es una postura política, pero yo recomiendo desconfiar de todos los “feministos” que salen a decir que son muy feministas, porque si a ti lo que te importa es hacer avanzar los derechos de las mujeres y apoyarnos, lo que menos te debe preocupar es cómo te llamamos.

¿Necesitamos a los hombres en el feminismo? Sí, pero no los necesitamos diciéndonos qué hacer, cómo marchar y qué decir; vayan y siéntense con otros hombres y empiecen a cuestionar en qué momento su identidad como hombres los ha llevado a hacer cosas violentas.

¿Quién debería leer este libro?

Yo feliz de que lo lean los hombres. Me decía un amigo “lo estoy leyendo, pero es que siento que yo no soy el público”. Yo me leí El Capital, y yo no era el público, leí Cien años de soledad, y no era el público, leí Kant y yo no era el público, leí Hegel y yo no era el público; yo no he sido el público de los libros que se han escrito antes de 1970 y todos me los chuté y los pensé y los estudié. Claro que es útil que (los hombres) lo lean, pero a mí las que me importan son las mujeres.

Con todos los años de lucha feminista en la región, ¿cuánto podemos decir que hemos avanzado y en qué aspectos?

Colombia fue de los últimos países en que tuvimos derecho al voto; imagínate, hace 60 años no podíamos votar; las mujeres no nos podíamos divorciar; hasta inicios de los 2000 la violación en un matrimonio era legal en México; tenemos una discusión sobre la despenalización del aborto. La cantidad de cosas en las que hemos avanzado son impresionantes, y ningún movimiento social ha conseguido tantos cambios sin derramar sangre.

¿Qué requiere una sociedad para erradicar la violencia de género?

Eso no se va a terminar hasta que no haya un cambio social que tiene que ver con qué pensamos, con que dividimos a la gente en identidades (hombre-mujer), con discursos sociales que nos han enseñado que son naturales.

¿Y a los gobiernos qué les toca hacer?

Los gobiernos todavía están atacando los síntomas, y no el problema de base: poner un vagón rosa es atacar el síntoma, pero no te resuelve el problema, porque los manes sí creen que pueden eyacular encima de nosotras en el transporte público, y ese problema se resuelve con políticas de educación, pero desde la infancia temprana, y para eso necesitamos profesores y profesoras feministas, y no los veo haciendo ese trabajo para que en términos de educación cambie.

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Que esté de moda ser feminista es la mejor moda que hemos tenido en mucho tiempo.

¿Qué mensaje le mandas a aquellas mujeres que han salido a expresar su enojo y a gritar “¡basta!”?

Les diría que lo sigan rompiendo y destruyendo todo, que las necesitamos ahí. Creo que la acción directa y simbólica es algo muy valioso y revolucionario. Estas marchas tienen que seguir hasta que nos dejen de matar, porque eso es absolutamente inaceptable; y creo que mientras importen más las paredes, va a tocar rayar y tumbar las piedras, porque esto no puede seguir así.

¿Y qué mensaje para las mujeres que aportaron a tu libro?

Son chicas activistas que están poniendo el cuerpo siempre, que admiro muchísimo, y lo único que puedo decir de ellas es que son muy chingonas y yo soy muy afortunada de conocerlas y saber que existen; ese es mi mayor privilegio.

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