La reconstrucción, el reto en el Istmo un año después del terremoto
UNIÓN HIDALGO, Oax. (EFE) - Lograr ubicarse en Unión Hidalgo era complicado tras el terremoto del 7 de septiembre de 2017, que quebró centenares de fachadas y derrumbó edificios hasta sus cimientos. Un año después, como en tantos otros municipios del sur de México, el reto sigue siendo el mismo: la reconstrucción.
Unos 10 minutos antes de que las agujas del reloj marcaran la medianoche, un potente terremoto de magnitud 8.2 brotó del estado de Chiapas y se extendió por las zonas sur y centro del país, dejando un reguero de devastación que arrojó, además de graves daños en viviendas y patrimonio, 98 víctimas mortales .
Doce meses después, los escombros y los andamios siguen invadiendo las calles de las localidades ubicadas en el Istmo de Tehuantepec, que se convirtió en el principal escenario de la tragedia.
Los contrastes del sismo de 1985 y el de 2017
Sismo de 1985
A car crushed by debris from a damaged building after a quake rattled
Sismo de 1985
MÈxico, 23 Sep. 2017
Sismo de 1985
Apoyo actor
Sismo de 1985
Albergue del Deportivo Benito Juárez
Sismo de 1985
Frida
Sismo de 1985
Viaducto
Sismo de 1985
Textilera
Sismo de 1985
Álvaro Obregón
Sismo de 1985
Celular
Xochimilco
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En la localidad de Unión Hidalgo, Oaxaca, un albañil resana la pared de la casa de Erasmo López, donde para pasar por las diferentes salas hay que sortear sacos de cemento y escaleras.
"Ahora empieza a verse algo de vida. Hay casas que empiezan a reconstruirse, casas que están a medio construir, que están ya por terminarse. El pueblo se está levantando", afirma este ferrocarrilero, quien resalta que después del temblor los habitantes se perdían fácilmente hasta cuando iban a "visitar a los amigos".
En Oaxaca y Chiapas, dos de los estados más empobrecidos de México, los sismos del 7 y el 19 de septiembre dejaron daños en 121,701 viviendas, según cifras oficiales.
Las estructuras de muchas de ellas no estaban preparadas para afrontar el impacto de un fenómeno natural de este calibre, por lo que ahora la reconstrucción pasa necesariamente por un cambio de método.
Había que reconstruir "no de la forma tradicional, como se venía haciendo", sino de manera que las casas queden reforzadas y "puedan resistir a cualquier otro temblor", explica Erasmo.
En la misma calle, el hogar de Macario Ruiz permanece apuntalado con piezas de madera. Emprender la reconstrucción de esta casa, de teja y con un siglo de vida, no fue sencillo.
"Nos llevó tiempo limpiar todo y hubo un tiempo donde ya no había albañiles, peones, gente para contratar. Por eso nos esperamos un poco", relata.
Después del 7 de septiembre, el gobierno mexicano repartió entre los damnificados del sur de México tarjetas en las que se depositó dinero para la compra de materiales de construcción. Esta ayuda, coinciden los afectados, no fue suficiente para quienes sufrieron daños graves o pérdida total de sus viviendas.
Algunos damnificados han recibido el apoyo del Fideicomiso Fuerza México, impulsado desde el sector privado para aglutinar donaciones que han sido repartidas a diversos proyectos de reconstrucción.
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La casa de Blanca Estela Cornelio es una de las que han sido reconstruidas a través de esta iniciativa. El color de la vivienda, un tono crema aún impecable con remates rojos, evidencia la frescura de la pintura. A un lado del patio, una pequeña tabla de madera asegura que "Para Dios no hay imposible".
Blanca aún conserva los mensajes de apoyo que le llegaron escritos con marcador en aquellos víveres y útiles que recibieron tras el temblor, como en los paquetes de papel higiénico.
"Siento que todo eso llegó con amor. En ese momento todos se unieron y no hubo diferencias; eso es lo bonito", recuerda esta ama de casa.
Desde dentro y fuera del país "mandaron mucha ayuda" y esto es algo de lo que Blanca siempre se acuerda en sus oraciones: "en mi corazón estarán siempre, yo estaré agradecida eternamente con Dios y con cada uno de los que brindaron su apoyo".
En San Mateo del Mar, otro municipio del Istmo de Tehuantepec, Laurencio Manteón se apoya en lo que serán los muros de su nuevo hogar. En su antigua casa, construida con palma, "todo cayó".
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Un maestro albañil y un peón trabajan para levantar la casa, construida no en el lugar en que se derrumbó la anterior, sino en otro terreno en que el inmueble podrá tener más estabilidad.
"Como me la den, yo estoy contento. No puedo pedir porque no tengo dinero", comenta Laurencio, beneficiario del Fideicomiso.
San Mateo, ubicado en una franja de tierra que queda entre una laguna interior y el Golfo de Tehuantepec, sufrió aún más adversidades el pasado año porque las incesantes lluvias provocaron inundaciones que agravaron los problemas desencadenados por el sismo.
Laurencio explica que la ubicación de la población ha dificultado el ingreso del material de reconstrucción porque "se atascan los carros"; aunque, por suerte, los trabajos han salido adelante.
"Voy a venir a vivir acá, poner mis borreguitos. Aquí hay espacio, está bien. Agradecido estoy", afirma.
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