Los recursos para la igualdad de género se agrupan en el Anexo XIII, una especie de bolsa de dinero destinada a instituciones y programas que, en teoría, contribuyen a disminuir la desigualdad.
La Secretaría de Bienestar es la dependencia con mayor participación en ese presupuesto. Concentra 55.5% del total. La Secretaría de Educación Pública (SEP) y el IMSS cuentan con 26% y 6%, respectivamente. Otras dependencias también tienen cabida, como Salud, Trabajo y la nueva Secretaría de Ciencias.
De estas secretarías surgen los principales programas que reciben recursos para la igualdad. Solo cinco concentran 77% del total. La Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores obtiene 50% de la inversión para la igualdad, mientras que la Pensión Mujeres con Bienestar –que se otorga a partir de este año a adultas de 64 años– concentra 3% del total.
Así que, en conjunto, a estos dos programas sociales de pensiones se destina poco más de la mitad (53%) de los recursos para la igualdad de género. Las becas de educación básica y media superior concentran 16% del gasto y el Programa de Vivienda Social, 4%.
Itzel Loredo, especialista del CIEP y autora de la investigación, explica que estas transferencias monetarias no transforman las dinámicas que fomentan la desigualdad, como la carga desproporcionada de trabajo no remunerado que recae sobre las mujeres.
La especialista advierte, además, que existe el riesgo de generar dependencia económica con las transferencias monetarias si éstas no se acompañan de acciones que promuevan la autonomía y el acceso a empleos formales.
“Los apoyos económicos, como pensiones y becas, pueden aliviar carencias económicas inmediatas, pero su alcance es insuficiente para combatir la desigualdad de género de manera estructural”, afirma.